“El otro fútbol”, con esfuerzo y dispersiones
Enorme proyecto encaró Federico Peretti, por puro gusto y pasión. Durante tres años recorrió el país de una punta a la otra, visitó 140 clubes de lo que eufemísticamente se llama Fútbol del Ascenso, captó las expresiones de los seguidores sobre auténticos tablones, recorrió instalaciones que a veces parecen de pasillos carcelarios entre rejas y muros descuidados, visitó a directivos que se sacrifican de veras, siguió la rutina de jugadores que trabajan de colectiveros o lo que sea incluso el mismo día del partido, grabó a los comentaristas y relatores en cabinas de pueblo, y también los avisos publicitarios de esos pueblos, y al fin acompañó a algunos equipos en el todo o nada del último partido en que se define el ascenso o la amargura.
Lugar especial tuvieron, en esa recorrida, algunos jóvenes que, como ellos cuentan, iban para profesionales hasta que hicieron mala junta y ahora están presos. Pero agradecen que les tocó el penal de Campana, donde internos y guardianes integran un mismo club, Pioneros, que ya se hizo notar en la C. Otro lugar especial, el relato del Indio Bazán de Almirante Brown evocando a su madre en un partido clave.
Pero hay demasiados pantallazos que dispersan la atención. Ya se sabe, quien mucho abarca poco aprieta. La idea, bien extendida, podría servir para una miniserie. En una película de duración normal como ésta, muchas cosas quedan en el aire, se salta de un tema a otro y el espectador extraña un hilo conductor. Por suerte, si ese espectador ama el «fóbal», más que el fútbol, igual habrá de deleitarse ante el portón que apenas cierra de un club puneño pomposamente bautizado Estadio Unico, la cantina poco recomendable de varios lugares, o los delanteros fueguinos calculando la velocidad y dirección del viento, y recomendando el uso de rodilleras porque no es precisamente césped lo que pisan. Y así, como esas, otras historias, otras situaciones.
Estudiante de comunicación social y letras, Peretti empezó como fotorreportero de un periódico que cubre la actividad de los cuadros chicos. Más que los estudios universitarios, lo pudo el recuerdo de sus juegos de pibe en la cancha de Atlanta. Después pasó al cine publicitario y al cortometraje («Séptimo piso», o lo que puede iniciarse en un ascensor, fue bien recibido en varios festivales de cine erótico). Acá es director, camarógrafo, entrevistador, editor, guionista, y foto fija. No le da a la pelota porque no lo dejan, pero las ganas se le notan a lo largo de toda la película.