Es el regreso con gloria de un Adrián Caetano que supo deslumbrarnos con “Pizza, birra, faso” “Bolivia”, “El oso rojo” y “Crónica de una fuga”. Y este film se engarza de alguna manera con esas dos últimas películas, con una aproximación al western, como el mismo director lo define. Esta es un film que no da respiro. De entrada Cetarti (Daniel Hendler) llega a un pueblo perdido del Chaco, donde debe reconocer a su madre y a su hermano que fueron masacrados. El clima ominoso nunca cesa a partir de ese momento. Para el personaje de Hendler, recién despedido de la administración pública en Buenos Aires, sin lazo sentimental con su familia, lo único que lo mueve es cobrar un dinero para irse a Brasil. Esta en ese lugar porque lo mandó a llamar Duarte (Sbaraglia) un hombre que mueve los hilos del poder en el pueblo que asegura, le va a facilitar todo, a cambio de una importante tajada. El film con el estilo personal del talentoso director, va descubriendo capas y capas de crueldad, mezquindad y delitos cada vez más graves. Nadie en ese entorno parece tener una pizca de solidaridad, de empatía con el prójimo. En el personaje de Leo Sbaraglia se une un pasado de militar, un hombre que hace secuestros extorsivos, que no se detiene ante nada, vividor, nunca se arriesga. Un trabajo brillante que le valió el premio al mejor actor en Málaga. El de Daniel Hendler es de una apatía total, parece una hoja al viento, pero pasa de ese estado a las decisiones más inesperadas, también un trabajo para elogiar. Igual que esos personajes secundarios que brillan: Pablo Cedron, Ángela Molina, Alejandra Fletchner, Erasmo Olivera y especialmente Alian Devetac. Con suspenso, acción, climas espeluznantes, un ritmo sostenido y contundente, este es un film redondo, sin fisuras. Sombrío y muy entretenido. Y en el que bien puede leerse con ecos de nuestra realidad, de nuestra sociedad.