El director de Un oso rojo vuelve con un oscuro y duro relato de miserias pueblerinas basado libremente en la celebrada novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Sbaraglia -recientemente reconocido como Mejor Actor en el Festival de Málaga por este trabajo- se luce como un ex represor que sigue manejando los hilos en una localidad chaqueña, mientras que Hendler interpreta a un joven aparentemente sumiso que sueña con cobrar un seguro de vida tras una tragedia familiar e irse a Brasil. Drama, thriller, western y gore se combinan en ese regreso a lo grande del mejor Caetano.
Todos sabíamos que Israel Adrián Caetano es un notable director. Allí están para demostrarlo desde Pizza, birra faso y Bolivia hasta Un oso rojo y Crónica de una fuga. Sin embargo, tras las polémicas por el documental sobre Néstor Kirchner y el fracaso (en todo sentido) de Mala, el más argentino de los realizadores uruguayos entró en una suerte de nebulosa artística. Por suerte, con El otro hermano, libre transposición de la novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, recupera su mejor versión, vuelve ese “animal” de cine que ama y subvierte los géneros clásicos, que sabe cómo narrar con una potencia y una expresividad poco habitual en el cine latinoamericano.
Entre el thriller, el drama pueblerino, el western moderno y explosiones macabras cercanas al gore, El otro hermano remite casi de forma inevitable a Un oso rojo. Sin embargo, mientras aquel film de hace ¡15 años! con Julio Chávez y Soledad Villamil encontraba ciertos resquicios emocionales (la relación padre-hija, por ejemplo), en su nueva película Caetano no da aire, su universo es casi irrespirable, con una dureza, un pesimismo y una sordidez que resultan desgarradores.
Cetarti (Daniel Hendler) es un tipo gris que acaba de perder su puesto como empleado público. Llega a bordo de su baqueteado auto al pueblo chaqueño de Lapachito para reconocer en la morgue los irreconocibles cadáveres de su madre y su hermano, quienes han sido brutalmente asesinados por la nueva pareja de ella. Con una frialdad pasmosa (no tenía ninguna conexión afectiva con ambos familiares desde hacía mucho tiempo) se somete a la rutina con el único objetivo de cobrar un seguro de vida y conseguir el dinero suficiente para seguir viaje a Brasil.
La única posibilidad que tiene este hombre que parece dejarse llevar siempre por la corriente para hacerse de la plata en tiempo y forma es asociarse con Duarte (un afeado y convincente malvado a cargo de Leonardo Sbaraglia), un “pesado” con triste pasado en tiempos de dictadura que parece manejar todos los hilos del pueblo y además se dedica a secuestros extorsivos. Ellos cobran el dinero, pero -claro- las cosas no serán tan fáciles para ese perfecto antihéroe que es Certarti en un ámbito que con cada nuevo plano resulta más degradado y ominoso.
La relación manipulatoria entre el avasallante Duarte y el en apariencia sumiso Certarti es el eje del relato, pero Caetano construye varios personajes secundarios con no poco despliegue como los que interpretan Alian Devetac (la revelación de La tercera orilla, de Celina Murga), Pablo Cedrón, Alejandra Fletchner, Erasmo Olivera y la española Ángela Molina.
Caetano “firma” sus películas con “encuadre y dirección” y lo que en principio parece un esnobismo en su caso es una suerte de reivindicación del lugar y el valor del realizador como narrador. No todos saben poner la cámara en el lugar justo y conseguir un relato con tanta fluidez y contundencia como Caetano, aquí ayudado por ese notable director de fotografía Julián Apezteguía. En definitiva, estamos ante ese regreso con gloria que tanto esperábamos.