Los parásitos sean unidos
Definitivamente, a Israel Adrián Caetano el cine de género le sienta muy bien y el botón de muestra es su nuevo opus El otro hermano, de origen literario. La idea cinematográfica para transpolar la historia de la novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, explota el espacio y la aridez de un pueblito chico para bucear en grandes secretos y miserias que hacen del acopio de billetes su máximo punto de inflexión, base sólida para desarrollar con precisión un thriller oscuro que vira hacia el western y también toma prestados ciertos elementos del policial.
Ya desde el primer cuadro, la composición de la imagen (no por casualidad Caetano aclara en los créditos iniciales dirección y encuadre) rompe con la idea bucólica de lo rural y la dilatación de un encuentro entre Duarte (Leonardo Sbaraglia) y Cetarti (Daniel Hendler) resalta la idea de desconfianza entre los dos personajes. La rapidez de Duarte frente a la lentitud de Cetarti genera las condiciones ideales para que la curva de transformación del recién llegado se construya pausada pero sostenidamente desde su toma de decisiones hasta sus acciones u omisiones.
La importancia de generar características en los personajes y no develar de antemano el claro antagonismo es uno de los puntos de mayor éxito en esta empresa y deja el camino allanado para la expansión de los elementos genéricos, donde se cruza el juego de alianzas y traiciones pero siempre marcado por la relación parasitaria de todos los personajes intervinientes.
Lo parasitario no sólo surge en el acentuado utilitarismo sino en el paulatino enrarecimiento de la atmósfera cuando el relato transita por las zonas más oscuras del alma. El gesto que prevalece en cada personaje no es precisamente la bondad, por el contrario las estrategias de manipulación psicológica y de otro tipo son moneda corriente en la dinámica de este apasionante retrato infernal de pueblo chico.
No es un dato menor que los personajes se conozcan por sus apellidos en un primer plano como si el nombre formara parte de ese secreto no revelado que hace del pasado un espacio impenetrable por la coraza de ocultamientos, que no obstante a pesar del esfuerzo salen a la superficie de maneras insospechadas.
A la premisa de la búsqueda de la propia historia se le suma en el caso de Cetarti la mimetización con el lugar y su deseo de fuga que alimenta su vínculo utilitario con el indescifrable Duarte, gran actuación de Leonardo Sbaraglia a la misma altura que la de Oscar Martínez en la película Koblic (2016), híbrido entre la mano desocupada desperdigada tras la dictadura genocida y el típico prototipo del corrupto deleznable con el que nos cruzamos a diario.
Lo que se acumula en El otro hermano, inteligente decisión en el cambio de título respecto a la novela, no son únicamente fajos de billetes ni secretos, sino los pequeños detalles de una puesta en escena que habla más que sus propios habitantes para que el pulso narrativo de Adrián Caetano apele a la narrativa de la imagen para recuperar el lenguaje del cine y las limitaciones pertinentes del género siempre a favor del espectador, algo que quedaba a medio camino en ese experimento llamado Mala (2013).