Corrupción se escribe con sangre
Volvió el mejor Caetano, el de la sensibilidad popular, la sequedad y la contundencia en un thriller hecho y derecho.
A diferencia de algunos de sus contemporáneos del en su momento llamado Nuevo cine argentino -que tuvo su piedra o base fundacional con Pizza, birra, faso, que hace 20 años codirigió con Bruno Stagnaro-, Israel Adrián Caetano tiene una sensibilidad hacia lo popular que lo diferencia. No lo distancia.
En El otro hermano, Cetarti (un Daniel Hendler excedido de peso por pedido del realizador) llega a un pueblito chaqueño al enterarse de que su madre y su hermano fueron brutalmente asesinados, supuestamente por quien fuera su nuevo esposo. Lo recibe Duarte, un tipo inescrupuloso, un psicópata paramilitar que realiza secuestros extorsivos, y al que Leonardo Sbaraglia corporiza en una actuación portentosa, que lo distingue y que lo aleja de toda macchietta.
El recién llegado muestra una pasmosa indiferencia, y mucho mayor interés en la oferta de Duarte (intentar cobrar un seguro por la muerte de los suyos, a los que no veía desde hacía años), ya que está desempleado y, aunque le dice a Duarte que la movida “podría meternos preso”, va hacia adelante.
Ir hacia adelante es una constante en los personajes que construye Caetano. Desde el Freddy de Bolivia, pasando por los detenidos en Crónica de una fuga, el director de Un oso rojo -con la que El otro hermano guarda puntos de contacto-, los seres creados por Caetano como antihéroes están desprovistos de buenos modales y se mueven en un ambiente angustiante.
Hablan poco, pero dicen mucho.
Caetano se basó en la novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Y es contundente y seco a la vez. No se sabe si el dinero puede comprarle amor a Cetarti o a Duarte, porque el amor es algo que los despreocupa, y el dinero, aquí, lo es todo. Son socios por conveniencia.
A Caetano le gusta firmar sus películas diciendo que es responsable de la dirección y el encuadre. Es que el realizador uruguayo afincado en la Argentina sabe, como pocos, dónde colocar la cámara. Y el calor al que hace referencia el título de la novela se palpa y se ve en un Hendler que transpira todo el tiempo, que exuda dolor, escepticismo, sofocación y mugre.
También muestra un pueblo chico en estado lamentable, en paralelismo con la destrucción de los personajes y todo lo material que los rodea, lo que se ve, desde el auto destartalado de Cetarti a la casucha donde se muda.
El final quizá no deje satisfecho a muchos. El otro hermano es un western (sub)urbano, en el que la tragedia impregna cada fotograma en un filme con el que el mejor Caetano está de regreso.