Gran regreso de Adrián Caetano al cine con una película que recupera cierto espíritu de western para el cine argentino y también establece un paradigma particular para el espectador. La vuelta del hijo a un pueblo tras la muerte de su padre, es sólo el puntapié inicial para desnudar las miserias de aquellos que desean sacar una tajada de la paupérrima herencia.
Un hombre que maneja los destinos de todos (Leonardo Sbaraglia), una mujer presa de sus circunstancias (Angela Molina), un joven perdido en negocios turbios (Alian Devetiac), y ese hijo (Daniel Hendler), pátetico, que cree que puede cumplir sus sueños reuniendo el dinero necesario, vendiendo todo lo que encuentra a su paso.
El refrán “pueblo chico, infierno grande” llevado a la última instancia, en esta película que busca en la Argentina profunda el escenario para hablar de las miserias, las injusticias, la vida, la muerte, los lazos familiares y todo aquello que nos posiciona como individuos.