El director Israel Adrián Caetano regresa al cine, después de cuatro años, con toda su impronta en El otro hermano.
En Lapachito hay un futuro que nunca llega. Todo está detenido en la mugre, en la pudrición, todo está condenado al olvido o a la muerte. Ni los perros parecen ser fieles y muerden la mano que les da de comer. Hasta ahí llega Cetarti (Daniel Hender) notificado de que su madre y su hermano han sido asesinados por el concubino de la primera, que luego se suicidó. Con la posibilidad de cobrar un seguro de vida se conecta con Duarte (Leonardo Sbaraglia) un tipo pesado, ventajista y con muchas vinculaciones que destraban los hechos burocráticos. Duarte tiene un ayudante, Danielito, que es hijo del asesino. Juntos realizan secuestros extorsivos en los alrededores de ese pueblo de mala muerte y peor vida.
No hay una mínima luz de esperanza en El otro hermano. Los lazos son complejos: Cetarti y Danielito no son hermanos pero hay algo que los emparenta de alguna manera, la madre de uno fue pareja del padre del otro, fuman porro, se anestesian mirando televisión y ven documentales de Animal Planet.
Basada en Bajo este sol tremendo, la única novela, hasta el momento, de Carlos Busqued, El otro hermano retrata a hombres comunes, invisibles que llevan en sus entrañas una peligrosidad tan grande que apabullan. Son como aves de carroña que devoran los cadáveres, que le sacan a los muertos lo poco que les queda. Aunque realizada por encargo, el realizador de Un oso rojo, le imprime su sello personal al adaptar la novela junto a Nora Mazzitelli y, como reza en los títulos, encargarse de la dirección y el encuadre, es decir, ser el encargado de orquestar y elegir el ángulo desde donde mostrar la miseria de un puñado de seres que se mueven como larvas de gusanos en un universo irrespirable.
La clave de sus comportamientos quizás haya que encontrarla en el pequeño detalle de unos animales que son mostrados en la película: los oxolotes. Unos anfibios que tienen una curiosa característica: pueden regenerar sus extremidades y hasta sus órganos. Como estos personajes que se reconvierten, que para seguir sobreviviendo se valen de cualquier cosa.
Daniel Hendler vuelve a retratar a un personaje abúlico, pero con un trasfondo de pesadilla, movido aparentemente por acciones de poca monta, aunque muestra algunos resquicios algo peligrosos (manejó desde Buenos Aires un auto sin papeles, tiene conocimiento de armas y es un ex empleado estatal que fue despedido por no hacer absolutamente nada). Leonardo Sbaraglia imprime una actuación por momentos despareja en cuanto a la manera de hablar, para personificar a un villano con el que no hay empatía posible. Los personajes secundarios son notables, como los que interpretan Alian Devetac (revelación de La tercera orilla de Celina Murga), Alejandra Fletchner, Pablo Cedrón y la española Ángela Molina.
El otro hermano es un film noir, con algunos ropajes de western, en el que para sobrevivir se desciende a los infiernos. Es explicita en lo que muestra de manera perturbadora y sutil en el aparente segundo plano de menciones políticas (el abandono de las obras públicas, la precariedad de la morgue, la pintada con el candidato a intendente, la gorra de Danielito con el nombre del político, el pasado represor de Duarte en Tucumán).
Metáfora de la degradación de estos tiempos, El otro hermano nos deja acorralados por seres humanos miserables de pueblos olvidados.