En la película de Lorraine Lévy, que transcurre en Israel, se plantea el caso de un cambio de bebés, uno judío, el otro palestino. No es un planteo nuevo. La cuestión es que ese cambio, descubierto cundo los chicos son casi adultos, permite una mirada profunda sobre el instinto maternal, el llamado de la sangre, los fanatismos, la esperanza de una paz un tanto utópica. Bien actuada, con logrados climas.