Abrir las mentes para la esperanza
Dos familias y el cruce entre ambas a partir de una prueba sanguínea. Una palestina y la otra franco-israelí. Y en el interior de esa familia, una historia de hijos intercambiados, aquella noche en la que bombardeaban la ciudad de Haifa.
Un film sobre las fronteras, sobre lo que, injustamente, nos separa. Así, pienso, en este primer momento de este escrito, a esta obra de esta realizadora, Lorraine Levy, quien se caracteriza, se define a ella misma como una "hebrea atea" y que por otra parte, sin pertenecer ni al pueblo israelita ni al de Palestina, decidió llevar adelante un proyecto fílmico sobre el conflictivo vínculo entre ambos territorios, a partir de una historia publicada por Noam Fitussi y que mira en perspectiva, desde un drama íntimo, cuestiones no sólo de orden históricopolítico, sino de la misma identidad de sus protagonistas.
Desde "Exodo" de Otto Preminger, sobre guión del censurado Dalton Trumbo, a partir de la novela de León Uris, distribuido por Artistas Unidos en 1960, en relación con el nacimiento del estado de Israel desde una visión que comporta diferentes ángulos y que reunió un elenco multiestelar encabezado por Paul Newman, Eve Marie saint, Ralph Richardson, Sal Mineo, entre otros, el cine ha presentado numerosos films, que en los últimos años se han abordado desde cuestiones más cotidianas, domésticas; pequeños hechos, que, sin embargo, se van abriendo a otros niveles que desnudan comportamientos burócratas, que dejan al descubierto los aspectos más injustos de estas rivalidades y separaciones.
Y entre estos films, en relación con estos últimos años de este nuevo siglo, cómo olvidar aquel film del 2005, "Domicilio privado", opera prima de Saverio Constanzo, que nos presenta desde el personaje de un profesor de Literatura Inglesa, Mohamed Bakhai, quien dicta clases en un progresista instituto de Palestina, que vive junto a su mujer y sus cinco hijos en una vivienda alejado de la ciudad, cerca de un asentamiento militar israelí, ve cómo todo su espacio familiar comenzará a resquebrajarse a partir de la irrupción de un grupo de soldados que deciden ocupar su casa; dividiéndola en tres zonas, reglando los comportamientos de los propios miembros, viendo cómo cada uno adopta una reacción diferente. De la misma manera, años después, mediando los estrenos de "Paradise Now" de Hany AbuAssad y "Zona libre" de Amos Gitai, nos encontramos con aquel entrañable personaje de Salma, una mujer viuda que deberá luchar frente a la amenaza que le plantea ese Ministro de Defensa israelí que ahora ha pasado a ser su vecino y que quiere destruir, por decreto, su huerta de limoneros, única fuente de sustento, legado de sus mayores. Así, en "El árbol de lima", su director Eran Riklis nos permite seguir el derrotero de esta mujer por defender sus derechos, en ese territorio limítrofe.
En su tercer largometraje, la hermana del escritor Marc Levy, nos ofrece ahora y desde un título que ya va acercándonos a cierto planteo narrativo, una conmovedora exploración de vecindades, en un espacio cercado por murallas, que exhibe de manera desafiante alambres de púas en su parte superior. La descripción, ciertamente, despierta a otros momentos agónicos de la historia...lo que nos lleva a reflexiona sobre cómo hoy las fronteras, más allá de la caída del Muro de Berlín, siguen siendo vigías.
Dos familias y el cruce entre ambas, a partir de una prueba sanguínea. Una palestina y la otra francoisraelí. Y en el interior de esa familia, una historia de hijos intercambiados, aquella noche en la que bombardeaban la ciudad de Haifa, en los días de la Guerra del Golfo. En "El otro hijo", ya desde los márgenes de la trama argumental, lo que cuenta es la vía que se va abriendo a las conductas, a las vacilaciones que las dudas plantean, a lo que las emociones reclaman. Y todo en un territorio marcado, desde el designio histórico, por rivalidades, tensiones y rechazos.
Entonces, a partir de lo que ya está allí, de lo que ya no es como se pensó y se había validado cómo aceptar a ese otro hijo, cómo acercarse a esa otra familia, cuando los mandatos sociales e históricos, así, desde las voces de sus mandatarios, han fijado, sellado, lo contrario?. Y es aquí, entonces, que el planteo de esta tan recomendable film abre un espacio de diálogo, habilita un encuentro, señala la mesa de un café, descubre una vocación heredada, proyecta una esperanza en la mirada de los jóvenes. No, claro está, desde ninguna conciliación facilista; por el contrario, sino desde los desafíos, desde el enfrentar los dogmas culturales , desde el reconocer las contradicciones.
Frente a films como los que hoy comentamos, escuchamos muy a menudo preguntas referidas acerca sobre la toma de posición del propio autor. Lo que podemos observar en "El otro hijo" es cómo su realizadora permite por igual que cada uno de sus personajes nos pueda hacer llegar su propia voz, su diferenciadora mirada. Lejos de partir de una actitud recortada por los prejuicios, y en ese sincero afán de plantear una necesaria y auténtica comprensión de sus miembros, la mirada que sobrevuela en el film es la de alguien que va construyendo un relato sin artificios ni juegos retóricos, sin emitir juicios, sin tomar partido, sobre lo que va aconteciendo.