Hablar de otra película que aborda la problemática social del conflicto entre Israel y Palestina puede parecer repetitivo, son varias las que se estrenan por año, abordándola. Sin embargo, y como siempre decimos al hablar de esos films, ha demostrado ser una temática tan inabarcable como inagotable, que puede ser vista desde millones de ángulos diferentes. El de El otro hijo es uno nuevo.
En el típico gusto de cine francés, la directora y guionista Lorraine Lévy incursiona en el drama con tintes de comedia amable, logrando una película cálida y apacible.
Dos familias, una judia viviendo en Israel, la otra palestina. Cada una conformada por un matrimonio (en la israelí el hombre es militar de frontera) y dos y tres hijos respectivamente (la palestina tiene un cuarto hijo mayor fallecido en los enfrentamientos). Ambas viven una vida feliz, sin mayores preocupaciones (tanto como se puede vivir tranquilamente en esa zona) hasta que una noticia les cae como una bomba.
Joseph, el hijo de dieciocho años de los Silberg (los israelíes) se hace los exámenes médicos de rutina para controlar su posible ingreso al servicio militar obligatorio (que su padre mediante contactos impide).
Ahí se descubre un hecho del pasado, el joven no es hijo de quien creía sus padres, y no es adopción; durante la noche del nacimiento, una familia de Palestina, los Al Bezaaz, se encontraba en la habitación de al lado en el hospital dando a luz a su hijo, y por una confusión del hospicio, los bebés fueron cambiados. Pronto la otra familia es contactada y tarde o temprano se dará el encuentro entre todos los miembros.
Las confusiones genéticas, los cambios de bebés, también han sido abarcados, pero de maneras muy diferentes a esta, recordemos la serie Desperate Housewives, o la comedia Sopa de Gémelas, y sin ir más lejos, hay otra serie actual que lo trata como centro de la historia, Switched at Birth.
Lo “original” de El otro hijo está en la mixtura de ambos temas. Una cuestión méramente privada como el drama de conocer que quien creíamos nuestros padres/hijos biológicos en verdad son otros, es atravesada por un borde social enorme como el de una población divida e irreconciliable.
El mejor acierto de Lévy es el cambio de perspectivas entre los personajes, casi como si fuese un film coral, cada uno de ellos vivirá el hecho de manera diferentes. Las madres (excelentes Emmanuelle Devos y Areen Omari) llevan el drama familiar, la decisión de amar a su hijo biológico sin dejar de amar al de crianza; los padres junto al hermano de Yacine (el joven israelí criado por los palestinos) viven la cuestión cultural y política, no quieren aceptar la nueva situación, y pelean contra su destino; y Joseph y Yacine intentan adaptarse, ver qué sucede de nuevo, son jóvenes y con un futuro adelante, quieren buscar su propia identidad, y resolver sus típicos problemas del paso de la adolescenmcia a la adultez.
Sencilla, leve, sin necesidad de recargar las tintas ni en el drama ni en lo político, así es El otro hijo, una mirada distinta a dos planteos que ya han sido abordados, pero que, puestos en conjunto resultan un nuevo ángulo para ambos.