El Otro Lado
Un argumento simple nos introduce en la historia de El otro hijo de Lorraine Lévy. Por un lado un matrimonio conformado por un militar judío y una médica francesa, quienes dieron a luz un hijo llamado Joseph. Por el otro, una pareja formada por un mecánico de autos palestino y su mujer, que tuvieron un hijo llamado Yasine. El pequeño problema reside en que estos hijos fueron intercambiados por accidente al momento de nacer. Durante un bombardeo en la ciudad de Haifa, estas dos mujeres que estaban internadas en habitaciones contiguas, recibieron en sus brazos (sin saberlo) al hijo de la otra.
Por una prueba de sangre que realiza Joseph para ingresar al servicio militar, surge el conflicto planteado anteriormente y se descubre que este tiene un tipo de sangre diferente al de sus progenitores. Un médico amigo de la madre de Joseph cree saber cuál es el motivo de semejante resultado. Como por arte de magia la causa del conflicto está planteada y vemos a ambos matrimonios sentados en el consultorio del director del hospital quien le confirma la sospecha: los bebés fueron cambiados el nacer, por error y Joseph es en realidad el hijo de la familia árabe y Yasine el hijo de la familia judía. Este enrosque de genes es tomado bastante bien por las madres y bastante mal por los padres. Y como si esto fuera poco este hecho está enmarcado en un conflicto bastante serio como para tomarlo tan a la ligera: el enfrentamiento entre judíos y árabes. La película deja mucho que desear. No tenemos en claro cómo se llega a la verdad, ni cómo hacen los personajes (con algunas actuaciones bastante pobres) para poder digerir semejante sacudón.
Por otro lado, la familia judía es mucho más civilizada y educada que la familia palestina, por si nos faltaban oposiciones obvias. Estos contrastes judío-árabe, pobre-rico, madres comprensivas-padres rígidos no nos llevan a ningún lado y las contradicciones que deberían tener los personajes brillan por su ausencia. Al mejor estilo de las novelas televisivas de la tarde, esta historia se vuelve chata, por no decir algo tonta e ingenua. Las reacciones de los personajes ante semejante situación son bastante inverosímiles y las resoluciones un tanto simples.
Si bien es interesante tocar temas sociales y políticos desde una mirada intimista, donde la guerra esté por fuera de la historia pero la toque desde su raíz, en este caso no alcanza para plasmar la magnitud del conflicto y tampoco para acercarnos a los personajes y sus circunstancias. La película no logra abarcar la dimensión del contexto en el que se desarrolla el argumento, ni tampoco genera empatía con los sujetos que lo conforman, o sea, objetivos frustrados en ambos casos. Toda la lucha parece solucionarse simplemente con un poco de buena voluntad, una linda canción árabe y alguna mirada tierna y encantadora. Esta es una de esas películas que se promocionan como “emocionantes” “que llegan al corazón”, un “canto a la vida”, o sea, un bodrio.
El otro hijo, ese que podría haber sido y no fue, es lo que se juega en esta historia, ese otro hijo que es en realidad el propio, donde la sangre no es lo que conforma la identidad sino el contexto en el que cada uno de ellos fue criado. Esta película no deja espacio para el cuestionamiento real sino que por el contrario, intenta decirnos (erradamente, claro) que todo puede solucionarse de manera pacífica y armoniosa, cuando muy bien sabemos que lejos estamos de semejante utopía.