Cine de sobrevivientes
El cine del legendario realizador finlandés Aki Kaurismäki es un cine de sobrevivientes. En El otro lado de la esperanza (Toivon tuolla puolen, 2016) cuenta la historia de un vendedor de camisas devenido en empresario gastronómico y la de un refugiado sirio que llega oculto en un barco de carbón.
Por extraño que parezca, nada de lo que vemos en la película suena a golpe bajo, el director de El Puerto (Le Havre, 2012) carga de su absurdo sentido del humor a sus relatos que no esquivan situaciones trágicas. Es un cine de personajes que resisten las injusticias del mundo, Aki Kaurismäki simplemente homenajea su coraje y esfuerzos por salir adelante en situaciones adversas.
Wikhström se separa de su mujer y decide abandonar la venta de camisas y jugarse el dinero en el pocker para abrir con las ganancias un restaurant, su principal sueño. Khaled es un refugiado sirio, que llega a la capital por accidente. Sin intenciones de violar la ley se presenta en la comisaría más cercana para pedir asilo. Es rechazado y obligado a deportar. Pero Khaleb escapa y se topa con Wikhström quién le ofrece trabajo en su restaurante.
Entre estos dos personajes hay un encuentro de mundos: uno veterano, anquilosado en la fría vida de Finlandia, el otro joven, que huye de su país en guerra en busca de un futuro mejor. La rudeza de los personajes pobres es retratada con simpatía por Aki Kaurismäki, desde los protagonistas hasta sus empleados de restaurante.
Las fronteras son absurdas también, sea el mar o el sistema legal, el que divide y separa a los individuos, iguales entre sí por naturaleza. De ahí el retrato igualitario que le otorga la cámara a todos los personajes, inclusive a los músicos que forman parte del universo diegético del film, los vemos tocar unas pegadizas baladas que son el folclore de dichos supervivientes, canciones que sortean el drama de la vida cotidiana con un sutil encanto ante la parca expresión de los cantantes.
Por último la reflexión contemporánea que nos indica el absurdo del hombre común obligado a camuflarse en aquello que no es para sobrevivir: Khaleb pasar por finlandés, mezclarse con el carbón para pasar inadvertido, los empleados del restaurante disfrazarse de chinos u indios para adaptar el menú a los nuevos gustos de los turistas. Esta reflexión graciosa por cierto, es el punto de vista cínico del cineasta sobre el mundo en que vivimos. Una muestra más de su arte cinematográfico para evadirse de la realidad sin olvidarse de ella.