Si tú no estás Aki.
Un famoso experimento relacionado a los inicios del lenguaje cinematográfico es el Experimento Kuleshov. Si bien deviene de una experiencia teatral desemboca en la idea de montaje de choque o montaje de atracciones. El experimento del realizador Lev Kuleshov consistía en poner la imagen de la cara de un actor con la expresión más neutra posible, o sea, con cara de nada. A continuación se insertaba una imagen cualquiera. Por ejemplo, la de un plato de sopa. Entonces al espectador se le hacía ver esa sucesión de imágenes en la que se llegaba a construir la idea de “hambre” a partir de la fórmula cara + sopa = hambre (o la idea de “asco” en el caso de que el espectador no sea amante del caldo). Luego se mostraba la misma imagen del rostro neutro pero esta vez a continuación se veía la de un niño muerto. En esta segunda instancia se construía otra idea diferente, la de “tristeza”. El mismo rostro, con la misma expresión, era invadido por otro significado. A partir de un recurso puramente cinematográfico, el montaje, el espectador tomaba parte activa en el asunto e interpretaba a su manera.
En las películas del finlandés Aki Kaurismäki la gente tiene cara de nada, sin expresiones exageradas, cara de póker. Y justamente en El otro lado de la Esperanza Wikström se gana unos buenos billetes jugando al póker y decide invertirlos en un restaurant. La vida lo cruzará con Khaled, un refugiado sirio al cual le han bombardeado la casa y asesinado a gran parte de su familia. Khaled escapa a Finlandia pero todavía sigue buscando a su hermana. Empieza a trabajar en el restaurant de Wikström pero todo se complica ya que ni a los finlandeses les caen muy bien los refugiados.
En una de las primeras escenas, cuando todavía no sabemos nada de la historia de Khaled, vemos a los refugiados recién llegados a Finlandia mientras intentan dormir en un parador preparado para ellos. Se trata de primeros planos de cada uno de los refugiados. Primeros planos que duran varios segundos. La mayoría no puede dormir y tiene la mirada perdida. No es que lloren y ni siquiera es que dan vueltas en sus camas constantemente. Casi que están petrificados. Como si fuera un lado emotivo e inteligente del mannequin challenge, digamos. Tienen cara de nada, caras muertas, caras de póker. Cada uno guarda cartas tristes e historias marcadas. Y sin que nadie diga nada Aki Kaurismäki nos desafía a que podamos imaginar y sufrir el pasado de cada uno de los refugiados. ¿Qué es eso que no los deja dormir? ¿De qué horrorosa imagen han sido testigos que hace que no puedan volver a cerrar sus ojos nunca más? ¿Qué futuro se imagina cada refugiado?
Necesitamos que de nuestras carteleras no desaparezcan películas así. Necesitamos que nos inviten a participar inteligente y emotivamente de la celebración del cine. Aunque hubiera sido mejor en su formato original, 35 milímetros.