¿Thriller Político o Polémico Thriller?. En todas las sinopsis o reseñas de La Cordillera se hace referencia a que La Cordillera se trata de un Thriller Político. ¿Es realmente así? ¿Trhiller? Dudoso. Porque la película carece totalmente de suspenso. La clásica definición de Hitchcock hace referencia a que si de repente una bomba explota debajo de la mesa donde conversan dos personas no hay suspenso, solo tenemos sorpresa. En cambio, existiría suspenso si el espectador anteriormente detecta la inminente explosión de la bomba. Así éste sufrirá con la tensión provocada por las personas que conversan, ingenuos ellos, que han decidido pedirse un café más. En La Cordillera, la historia de un presidente que va a una importante cumbre de mandatarios, no hay bombas escondidas. Existe una acusación de corrupción de la cual todos están enterados desde el minuto uno y todos rápidamente desestiman. Nada está a punto de estallar, ni siquiera verdades reveladoras ya que no existe el tiempo para que las detectemos previamente. Todo va apareciendo por sorpresa. Un poder paranormal de la hija del mandatario y un pacto con los yanquis aparecen tardía y arbitrariamente en la historia. Cualquier video de Youtube de cualquiera de las últimas cumbres latinoamericanas podría ser tranquilamente más intenso y cargado de tensión que esta película. Sabemos que se intenta generar suspenso porque cada tanto aparece una música que nos lo indica. Lo raro es que se musicalizan decisiones que los protagonistas ya han tomado con anterioridad. Decisiones faltas de intriga. ¿Político? Aquí parece no haber lugar para una discusión política. Sólo existen acusaciones de tipo policial. O sea, si alguien robó plata o si se ordenó matar a una persona. Se señala que se bajó la pobreza y la desocupación a un dígito, pero no se da el lugar para analizar esas problemáticas. Aquí el pueblo no aparece. Ni si quiera está fuera de campo, parece directamente no estar. En 2012 Steven Spielberg hace una película sobre uno de sus más grandes ídolos de la historia estadounidense, Abraham Lincoln. La película muestra la votación que dio la emancipación a los esclavos negros en el congreso de los Estados Unidos hacia el final de la guerra de secesión. Lejos de dejar como un ser intachable a su protagonista, Spielberg muestra cómo el equipo de Lincoln se encarga de presionar y sobornar congresales para aprobar una ley que da más derechos y libertades a los afroamericanos. En Lincoln importa lo político, los derechos de las personas, los modos de gobernar. Como también en la genial El Estudiante (2012), primera película de Santiago Mitre, que rebosa de más intensidad y contenido político que La Cordillera, que termina hablando del mal y del diablo. Una lástima.
Si tú no estás Aki. Un famoso experimento relacionado a los inicios del lenguaje cinematográfico es el Experimento Kuleshov. Si bien deviene de una experiencia teatral desemboca en la idea de montaje de choque o montaje de atracciones. El experimento del realizador Lev Kuleshov consistía en poner la imagen de la cara de un actor con la expresión más neutra posible, o sea, con cara de nada. A continuación se insertaba una imagen cualquiera. Por ejemplo, la de un plato de sopa. Entonces al espectador se le hacía ver esa sucesión de imágenes en la que se llegaba a construir la idea de “hambre” a partir de la fórmula cara + sopa = hambre (o la idea de “asco” en el caso de que el espectador no sea amante del caldo). Luego se mostraba la misma imagen del rostro neutro pero esta vez a continuación se veía la de un niño muerto. En esta segunda instancia se construía otra idea diferente, la de “tristeza”. El mismo rostro, con la misma expresión, era invadido por otro significado. A partir de un recurso puramente cinematográfico, el montaje, el espectador tomaba parte activa en el asunto e interpretaba a su manera. En las películas del finlandés Aki Kaurismäki la gente tiene cara de nada, sin expresiones exageradas, cara de póker. Y justamente en El otro lado de la Esperanza Wikström se gana unos buenos billetes jugando al póker y decide invertirlos en un restaurant. La vida lo cruzará con Khaled, un refugiado sirio al cual le han bombardeado la casa y asesinado a gran parte de su familia. Khaled escapa a Finlandia pero todavía sigue buscando a su hermana. Empieza a trabajar en el restaurant de Wikström pero todo se complica ya que ni a los finlandeses les caen muy bien los refugiados. En una de las primeras escenas, cuando todavía no sabemos nada de la historia de Khaled, vemos a los refugiados recién llegados a Finlandia mientras intentan dormir en un parador preparado para ellos. Se trata de primeros planos de cada uno de los refugiados. Primeros planos que duran varios segundos. La mayoría no puede dormir y tiene la mirada perdida. No es que lloren y ni siquiera es que dan vueltas en sus camas constantemente. Casi que están petrificados. Como si fuera un lado emotivo e inteligente del mannequin challenge, digamos. Tienen cara de nada, caras muertas, caras de póker. Cada uno guarda cartas tristes e historias marcadas. Y sin que nadie diga nada Aki Kaurismäki nos desafía a que podamos imaginar y sufrir el pasado de cada uno de los refugiados. ¿Qué es eso que no los deja dormir? ¿De qué horrorosa imagen han sido testigos que hace que no puedan volver a cerrar sus ojos nunca más? ¿Qué futuro se imagina cada refugiado? Necesitamos que de nuestras carteleras no desaparezcan películas así. Necesitamos que nos inviten a participar inteligente y emotivamente de la celebración del cine. Aunque hubiera sido mejor en su formato original, 35 milímetros.
Bestia Bebé. La película empieza con un robo al banco. En realidad no sabemos qué sucede dentro del banco porque lo que más nos interesa es cómo van a escapar los ladrones. Sucede que nuestro protagonista es el chofer, llamado Baby. Se trata de un chico que la rompe manejando. Entonces, inmediatamente vemos una de las mejores persecuciones de la historia del cine. Un auto rojo trata de escapar de decenas de patrulleros, de las más diversas maneras (digo sólo “rojo” porque no sé absolutamente nada de autos y me es imposible registrar marca y modelo; sólo puedo agregar que iba muy rápido). Baby no deja de colear en cada esquina y cambiar mágicamente de carril y de dirección. Hasta en un momento se hace confundir entre otros 2 autos como en el juego de “dónde está la pelotita”. Mil maneras divertidas tiene Baby de vivir, de escapar. Pero no es la velocidad lo más extraordinario, sino lo es la inteligencia de Baby al conducir y su destreza para encontrar soluciones a escapes imposibles. Sin embargo, por más que sea el mejor chofer del mundo, Baby no le cae bien a nadie. Es bastante retraído y eso parece irritar. Está constantemente enchufado a los auriculares de su reproductor de mp3. Pero existe una explicación. Baby tiene un problema en los oídos. Un accidente le ha dejado un zumbido crónico por lo que trata de apalearlo escuchando música continuamente. Eso es lo que le da vida. La música parece también darle una pulsión de vida constante a la película toda. Por supuesto, hacia el final, la cosa se complica. Baby conoce a una chica con la que planea escapar definitivamente de la ciudad. Pero no puede dejar la delincuencia ya que su jefe no se lo permite. Nunca fue realmente un héroe, sino que es un simple esclavo. Luego tendremos otras y tal vez excesivas escenas de acción, pero ninguna a la altura de la secuencia inicial. La primera escena está cargada de inteligentes y hábiles ideas visuales. Se trata de emociones cinematográficas tan perfectas que nos generan una empatía automática. Deseamos instantáneamente que los ladrones escapen. Por lo menos para seguir disfrutando del cine mismo.
Somos una familia feliz. Resulta que la madre (Carla Peterson) está cansada de que la gente la vea más vieja de lo que realmente es. De hecho, ni sus cuatros hijos creen que su hermana mayor sea en verdad más vieja. Parece que la rutina de tener que cuidar y criar sola a 4 monstruillos ha echado a perder su aspecto juvenil. No es que no exista un padre (Diego Peretti), sino que éste trabaja todo el día y ha decidido limitarse a traer el dinero a casa. En una escena genial, la madre, en mitad de la cena, avisa a la familia que se irá de viaje 20 días a Machu Picchu. Pero, como el padre habla solo sobre los problemas del trabajo y los chicos pelean entre ellos, nadie la escucha. De todas maneras ella los da por avisados y se dispone a viajar. La familia pronto se da cuenta del caos que significará su ausencia ya que la madre se ocupa siempre de todo (hacer el desayuno, cambiar a los chicos, llevarlos a la escuela, lavar la ropa, ir a espeluznantes reuniones de madres y etc, etc, etc.). Entonces ahora el padre tendrá que contener una latente anarquía familiar. Los problemas van de un lavarropas que estalla por los aires, pasando por dejar a su hijo menor solo y encerrado en la casa, hasta lidiar con la primera menstruación de su hija. Para colmo, debe llevar a sus hijos a un día de recreación del trabajo para impresionar a su jefe deseando inocentemente que aquellos pequeños diablillos sean normales. El fanático, o aquel que no sabe qué hacer los domingos y ve todo el día Telefé, enseguida notará que Mamá se Fue de Viaje está levemente inspirada en varios capítulos de Los Simpson: “Homero solo”, “$pringfield o cómo aprendí a amar el juego legalizado” y “Hogar, agridulce hogar”. Quizás el lector sospeche que este artículo tiene algún espíritu de denuncia, pero, en cambio, se trata prácticamente de todo lo contrario. Esta película es fabulosa y divertida porque Ariel Winograd disfruta de Los Simpson como disfruta una buena parte de los argentinos. A lo mejor al tener que crear una familia disfuncional y graciosa resulte inevitable no hacerla un poco simpsoniana. Así que está muy bien tomar ideas de otros jardines y en particular del de los guionistas de Los Simpson, verdaderos amantes de las citas y del cine. Después se todo, de eso se trata el arte, de crear con lo ya conocido, crear con lo ya amado.
Un Minion de euros. En algunas películas, en las buenas, el villano es tan atractivo como el héroe. En otras, el villano está hasta excesivamente más cargado de emoción que el héroe. Así que al español Sergio Pablos se le ocurrió la idea de dar vuelta las cosas. Que el villano sea el protagonista. ¿Y qué era lo único que podía contra alguien tan despreciable? El amor de 3 niñitas. Así que trabajó mucho tiempo en esta idea. Elaborar una historia que cierre por todos lados es arduo y complicado. Ya que además los diferentes agentes, guionistas y productores también van dando forma al relato. Así aparecieron los Minions. Acierto al que Pablos no pudo negarse. Por un lado, porque eran personajes tan geniales que cualquiera los hubiera querido para su historia, por otro, porque la película empezaba a no pertenecerle. Después de un largo proceso, para que la historia funcione, recién se habrá pensado en la viabilidad de su producción, seguramente luego de una difícil selección. El problema es cuando las fechas empiezan a correr a las ideas. Cuando hicieron Mi Villano Favorito tuvieron suficiente tiempo para que la creatividad se abra camino. Para la segunda parte, el tiempo se redujo. Se sabe que los personajes funcionan, y entonces los guiones sufren. Además ahora existe la película Minions. Así que probablemente hubo que correr para hacer Mi villano Favorito 3, porque ya pronto se debe estrenar Minions 2. Y tanto Minions como Mi villano Favorito 2 están entre las películas más taquilleras de toda la historia de Universal. O sea, que el estudio no puede darse el lujo de atrasar mucho un estreno. Cada 2 o 3 años tiene que salir alguna película. Si el guion aún no convence o no está terminado habrá que sacárselo de las manos a los escritores para empezar a animarlo. Si el guion es malo, mala suerte. Y no es que le pidamos más guion, sino tal vez todo lo contrario. El resultado es algo relacionado a la crítica que Sergio Pablos le hacía a las películas. El nuevo villano, Balthazar Bratt, es lo más atractivo. Un actor retirado que, tras su corto pero exitoso paso por la televisión de los ´80, ha tomado como real y propio a su viejo personaje. Algo parecido a lo que sucede en Mindhorn (2016). Pero esta vez arremete contra Hollywood, la industria que le terminó dando la espalda. Lo más extraordinario es que, en la versión original, la voz de Balthazar Bratt pertenece a Trey Parker, el creador de South Park. Alguien que verdaderamente odia a los actores de Hollywood, a tal punto que sólo dirige películas donde los personajes son dibujos o muñecos de El Capitán Escarlata, para no cruzarse con ninguno de ellos.
Es un fuerte vendaval Una abuela japonesa le habla a su hija aunque no le preste mucha atención. Más tarde, su hijo escritor, también va a visitar a la pobre vieja. Ryota tampoco parece muy cariñoso con ella. Pero esta abuela solitaria y triste no es en realidad la protagonista sino que lo es su hijo, Ryota. Parece ser escritor aunque también parece ser detective. Él dice que hace las veces de detective con el fin de investigar para sus novelas. Lo cierto es que trabaja de detective y hace mucho que no escribe nada. No se trata de ninguna manera de un detective seductor y valiente que descubre los casos policíacos más importantes de la ciudad. Sino que sólo se encarga de sacarle fotos a esposos y esposas infieles para una pequeña agencia. Todo lo que podría haber soñado de niño Ryota no ha llegado a serlo. Él es, en realidad, nuestro protagonista triste y solitario. Un fracasado al que la sociedad y el país se encargan de castigar. Se acerca el veintitresavo tifón del año y todos se preparan para estar resguardados cuando llegue. Los espectadores esperan ver si esta tormenta cambiará de una buena vez por todas algo en sus vidas tormentosas. Ryota tiene grandes problemas económicos. Lo poco que gana se lo gasta en las carreras y en la lotería. Vive en el futuro, o en el pasado. Sin embargo el presente le reclama a través de un hijo al que nunca llega a cubrirle la cuota alimentaria. Pero el problema más grande es que sigue perdidamente enamorado de su exesposa, y eso empeora todo. Esa persona, que ama con locura, que anhela, que espera hace años, que algún día fue su ilusión, le dirige merecida y constantemente miradas frías, despreciándolo. Por supuesto, con justa razón, ya que Ryota es un mal padre y también un mal hijo. No sabemos exactamente por qué se han separado inicialmente pero siempre está presente el malestar financiero. El tifón hará que su madre, su hijo, su exesposa y él tengan que pasar la noche juntos bajo el mismo techo. Después de la tormenta se espera alguna transformación. De la lluvia siempre se espera que lave, que purifique, pero esta familiar no tiene tiempo para metáforas y no está para redenciones mágicas. Además no es cierto que para que haya cambios positivos tengan que existir necesariamente vendavales destructores. El Fenix, si pudiera elegir, primero elegiría no morir. Esa noche el niño dice a su abuela que ojalá ganen la lotería para poder vivir los 4 juntos por siempre en un gran palacio. La falta de ingresos empieza a filtrarse por todos lados. Se mete en las charlas cotidianas, gotea en las relaciones familiares, ennegrece todo, y finalmente descascara las pasiones. Es un intruso indeseable en la cama.
Error de aplicación de criterio. Daniel es carpintero pero ha dejado su trabajo por un problema cardíaco. Tiene que pedir una pensión por discapacidad ya que los médicos le prohíben volver a retomar su actividad. Sucede que cambiaron el sistema de otorgamiento de pensiones y, más allá de lo que digan los médicos, uno debe sumar 15 puntos en un test de aceptación para acceder al subsidio. En el test nunca le preguntan sobre su corazón, y Daniel obtiene 12 puntos. Para el desprevenido, esta no es la sección de política, sino la de cine. Porque no se trata de otra injusta historia de las que encontramos día a día en Argentina. Esta es una película inglesa. No se nos dice exactamente quién gobierna, pero sabemos que se ha decidido tercerizar las pensiones. Una empresa privada norteamericana se encarga de examinar a las personas que esperan cobrar un subsidio. A esta empresa, lógicamente, no le interesa ayudar ni hacer justicia, ya que no es ese su objetivo. Sólo se dedica a gestionar y administrar. “Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan” parece decir Daniel. Perdido en un laberinto burocrático, su salud empobrece y su bolsillo se enferma. En la línea de Mi nombre es Joe (1998), Ken Loach, retrata las problemáticas cotidianas de los excluidos generados por los sucesivos fracasos económicos y las políticas de desigualdad social. En 11’09’’01, El día que cambió el mundo, película que rememora el atentado a las torres gemelas a partir de cortos de diferentes directores, Ken Loach patea el tablero. Decide darle la palabra a un chileno. Pablo firma y escribe una carta a los familiares de las víctimas estadounidenses de aquel atentado. Allí explica que el 11 de septiembre para él significa otra cosa. Significa el golpe de estado en Chile apoyado por EE.UU. En este caso, Daniel Blake, en señal de protesta y como último recurso, resuelve escribir su nombre con letras grandes en la pared de la empresa que le niega la pensión. Lo importante de Joe, de Pablo y Daniel es que tienen un nombre. Ken Loach, al nombrarlos, los humaniza. Sus nombres son sus mejores armas. Su mejor argumento es el de ser personas. Eso debería bastar para que a los personajes de Loach se les respeten sus derechos, pero hay gente que todavía no se logra convencer. Para el desprevenido, esta no es la sección de política. O tal vez sí.
Rec y Play Cuando salí del cine de ver la primera parte de Guardianes de la Galaxia mi auto ya no estaba. Fue un día muy, muy triste. Luego de aquella vez nunca más volví a ver a mi querido Renault 9 gris. Aunque sé que no llovía, imagino que esa noche debía de llover mucho. El estado de ánimo transforma la percepción y empieza a deformar la memoria. Así que mi recuerdo sobre la película siempre lo divisé a través de un filtro de dolor y oscuridad. Recién cuando la volví a ver pude disfrutar algunos momentos fascinantes. El inicio es decididamente emotivo. El héroe espacial que luego entra en acción y salva la galaxia, de niño no se anima a saludar a su mamá moribunda y escapa corriendo. Ese chico rechaza despedirse por última vez de su madre aunque sigue recordándola siempre ya que antes le había regalado lo más preciado del mundo: un Walkman para escuchar sus canciones ochentosas favoritas. Para los jovenzuelos, un Walkman es el primer dispositivo portátil para escuchar música. En casete de cinta magnética, por supuesto. Lo dicho, lo más preciado del mundo. Entonces el héroe, ya grande y ahora denominado Star-Lord, combate monstruos malignos intergalácticos con armas sofisticadas mientras escucha rock de los ‘80 con una tecnología de los ’80. Sucede que en esta segunda parte, siempre junto a los otros guardianes, Star-Lord se encuentra con su verdadero padre. Pero ya la emoción no es la misma. Aquí se topa caprichosamente con él, y en realidad sin añorarlo. Descubre que su papá quiere conquistar el universo así que, de paso, deben combatir contra él. Además del desencuentro padre-hijo, existen otras historias supuestamente emotivas que en realidad nunca se alcanzan a desarrollar. Una extraterrestre intenta amigarse con la hermana que intentó asesinar, un mapachecito le encuentra el verdadero valor a la amistad y otro extraterrestre injustificadamente reclama un amor paternal sobre Star-Lord. Lo cierto es que parece difícil empatizar con estas otras tramas que nunca se muestran y solo se dan a entender en diálogos obvios y chatos. Lo peor es que hacia el final a Star-Lord le rompen el Walkman y lo solucionan regalándole un moderno reproductor de mp3. Casi como una metáfora de la decisión de dejar de lado lo más emotivo y particular de la saga. Parece ya no haber lugar para la nostalgia por un viejo walkman o un auto usado. Si, al fin y al cabo, sólo con explosiones y efectos especiales despersonalizados las secuelas estarán aseguradas en taquilla. Así perdemos todos.
“Aprende a volar / Aprende a ver.” Tim es muy fantasioso, pero así son casi todos los niños. Entonces más que fantasioso Tim es peliculero. Cada situación cotidiana la imagina como una aventura de película o de cuento fantástico. Así que el manejar una bicicleta sin rueditas él lo ve como un viaje intergaláctico en una nave sin control. De la misma manera, su bañera puede convertirse en una gigantesca y peligrosa aventura submarina. Sus ojos tienen un filtro cinematográfico. Y así disfruta más y mejor cada acción habitual y aburrida. Tim vive en un feliz equilibrio junto a su mamá y su papá. Pero algo inesperado llega para echarlo todo a perder. Un hermanito menor. Luego de una situación de celos hacia el nuevo integrante de la familia que se convierte rápidamente en el preferido, Tim parece descubrir una verdad oculta. Sucede que este nuevo bebé no es realmente un bebé y no es realmente su hermano. En primera medida este bebé recién nacido usa traje y habla. Además es un agente que trabaja para Baby Corp. Se trata de una empresa de fabricación de bebés que está perdiendo posición en el mercado gracias al alza de su principal competidora, Puppy Corporation, que ofrece, en cambio, todo el cariño y el amor de una mascota. Puppy Corp está por lanzar su último producto con el que promete obtener el liderazgo absoluto del mercado, un perrito que sea siempre cachorro, o sea, eternamente tierno. Pero hay algo raro en esta película. Tim no es un chico torpe ni sufre de locura. No es que tiene una visión equivocada del mundo, si no que él decide imaginar, decide recrear el mundo para mejorarlo. Por lo tanto, cuando termina su baño sabe que no estuvo en las profundidades del océano ni estuvo en otro planeta cuando anduvo en bici. Tim sabe, como todos nosotros, que es falso lo que pasa en las películas. Lo que sí son ciertas son nuestras emociones con esa película. Nosotros decidimos prestarnos a la emoción, entrar en ese juego, del cual ya sabemos sus reglas porque somos jugadores experimentados. Por lo tanto, sabemos que este bebé no es realmente un agente ya que suponemos desde el primer minuto que todo esto es fruto de la imaginación de Tim. Entonces también es contradictorio que Tim no se dé cuenta de esto mucho antes y decida creerse hasta el final su propia mentira. Ese problema es una mochila que la película debe cargar durante toda su duración. De todas maneras, Un Jefe en Pañales tiene momentos de verdadera emoción, a partir de varios estilos alternativos de animación dentro de la misma película y en particular por la canción Blackbird de Paul McCartney, que es el mejor de los personajes posibles.
El fantasma de la Shell. Cuando uno ve la película supone que tanto estética como argumentalmente está muy inspirada en Matrix. Pero en realidad las hermanas Wachowski fueron las que primero se inspiraron en esta película. Es que se trata de una adaptación en acción real del genial animé Ghost in the Shell de 1995, que a la vez es una adaptación de la historieta del mismo nombre. La Vigilante del Futuro muestra la historia de una agente de la policía mitad humana y mitad robot. Como un Robocop pero más linda. En este futuro donde todo está conectado a una gran red, las personas se implantan órganos y partes del cuerpo cibernéticos. Por ejemplo se hacen hígados artificiales para poder escabiar tranquilos y sin consecuencias para la salud. Pero como también es posible implantar recuerdos, la Mayor Scarlett Johansson empieza a dudar sobre su verdadero pasado. Su mente humana, el fantasma, empieza a desconfiar de su memoria digital y de su cuerpo-recipiente. La idea de fantasma en la “almeja”, para no decir “shell”, está tomada de la idea del “fantasma en la máquina” del filósofo Gilbert Ryle que se preguntaba sobre las relaciones entre la mente y el cuerpo. En la película Ex Machina de 2014 otra chica-robot empieza a comportarse como una humana. El objetivo del protagonista es evaluarla para saber si este prototipo de Inteligencia Artificial es capaz de ser consiente de sí mismo o sólo está simulando. O sea, su aparente consciencia es sólo el producto de su programación. A lo que su creador concluye “¿Pero acaso no estamos los humanos también programados?” No podemos elegir del todo nuestros propios gustos. Estamos determinados. Y tal vez, sólo fingimos tener conciencia de nosotros mismos. Tal vez, nuestros simulacros diarios son nuestras verdaderas personalidades. Lo cierto es que en todas estas películas se pone en juego el problema ético y filosófico de la existencia, pero de una manera bastante divertida. Probablemente los fanáticos de la Ghost in the Shell original protesten contra las obvias diferencias. Pensemos que el final de la original es más parecido al final de Ex Machine que al de esta película. Pero una diferencia interesante es que en esta nueva versión existe la idea de una recuperación del pasado más significativa, pensado como un recuerdo y como una identidad. Parece existir una posición más política en relación a la memoria y a la verdad. Más parecida a las deudas pendientes que todavía tienen nuestros países que a dilemas cibernéticos de las novelas de ciencia ficción.