Melancólica y cálida fábula de inmigrantes
Un bar reúne a dos hombres que huyen de realidades muy distintas en la nueva y agradable película del director de “Un hombre sin pasado”.
Harto de la vida que lleva, un comerciante cincuentón larga todo, inclusive a la mujer, y con un golpe de fortuna se compra un bar venido a menos. Harto de la guerra que sufre, un joven sirio larga todo, pierde a su hermana en la fuga, y con suerte se instala detrás del viejo bar. Ambos hombres han de conocerse. Lucharán por sus respectivos sueños, pero antes lucharán entre ellos.
La historia, mejor dicho la fábula, transcurre en Finlandia, e incluye otros personajes. Algunos son poco amistosos, sobre todo con los refugiados. Otros son bastante vistosos, sobre todo los refugiados. Y los frikis locales. Además está la hermana. En conjunto brindan extrañas paradojas: una seriedad general bastante risueña, tristeza optimista, realismo artificioso, gente tiesa llena de agitación interna, calidez oculta en rostros fríos, muestras concretas de piedad o solidaridad en quien menos se espera.
Así es el cine de Aki Kaurismaki, con un estilo de puesta y de actuación que deleita a sus seguidores y desconcierta al resto del mundo por los diálogos secos, la expresión mínima y el humor asordinado, a lo Pierre Etaix, que lo acompañó en su fábula anterior, "El Havre", sobre un negrito que quería cruzar ilegalmente la frontera en busca de su hermano (Etaix hacía de médico).
Acá participan otros habituales de Kaurismaki, como los veteranos Sakari Kuosmanen y Kati Outinen, que nunca sonríe; Timo Salminen, director de fotografía, y unos rockeros más viejos que el bar. Y se agregan los hermanos sirios Sherwan Haji, actor, y Niroz Haji, actriz y escritora. Otra paradoja: los escandinavos del futuro serán como ellos.