Una sirio, un iraquí, otros extranjeros, varios finlandeses, un par de músicos, un restaurant. El mundo de hoy sintetizado en una película cuyo corazón es tan grande como el arte de su director
El extranjero está en todos lados. Detrás del mostrador de un bar, entre los enfermeros de un hospital, en las calles vendiendo pulseras y relojes, en los hoteles, que a su vez reciben a otros extranjeros. Es una figura mítica y actual, un signo no económico de la historia de la economía, un personaje conceptual de todo enfrentamiento armado, un alguien reconocible hasta cierto punto que no pertenece a la soberanía del nosotros y por eso mismo amenaza. ¿Cómo filmarlo? ¿Cómo contar su historia? El cine ha cultivado desde sus inicios una estética del otro. Quien filma reconoce la diferencia, siempre mensurable en la puesta en escena.
El extranjero es el mismo, pero su designación responde al espíritu de una época. Hoy se lo reconoce como inmigrante y se le adhiere una condición jurídica de sospecha: es un indocumentado. Ya van dos décadas que esa figura predomina. Los sociológicos la explican, los políticos legislan sobre ella, los periodistas informan y forman una opinión para poder interpretar el lugar de ese extranjero desprovisto de una identidad firme y legal. Suele hablar otro idioma, practicar hábitos dietéticos distintos y desconocer creencias típicas de una sociedad ya establecida; puede creer en dioses insólitos y adjudicarles atributos insospechados. ¿Qué hacer con el extranjero?
El extranjero es también un reiterado protagonista en el cine contemporáneo. ¿Cómo filmar entonces al inmigrante o incorporarlo a un relato? Hay muchos cineastas sensibles a su tiempo; uno de ellos es el maestro finlandés Aki Kaurismäki. En su segunda película de la trilogía sobre inmigrantes, después de La Havre, que transcurría en el norte de Francia, el director elige una ciudad portuaria, pero en esta ocasión se trata de Helsinki, capital de su propio país, lugar en el que se desarrolla un hermoso relato no exento de dramatismo. Aquí también llegan sobrevivientes nómades de Siria e Irak, o de otras naciones que no se enuncian. Se presupone en algunos pasajes que todo tiene lugar en un centro policial donde los indocumentados esperan el veredicto de los responsables estatales para determinar si se les otorgará la ciudadanía.