Premio Garrote
En cuestión de esnobismo, cursilería y confusión, pocas industrias culturales son tan dadivosas como el cine. Y el francés Olivier Assayas, como tantos de sus compatriotas, es un experto en eso de vender ideas sin ton ni son, ni siquiera delirios, que la intelligentzia de la crítica transforma en milagros artísticos.
En Sils Maria, título original que alude al poblado alpino donde transcurre la acción (y que juega, intencionalmente o no, con el nombre de la protagonista), Maria (Juliette Binoche), una celebrada actriz, recibe la oferta de revisitar una obra teatral a la que debe parte de su fama. La obra es un drama pasional entre dos mujeres de distinta generación; en su momento, Maria hizo a la joven; ahora, le toca el rol de la señora, que encima se suicida. Mientras Maria ensaya los diálogos con su joven asistente Valentine (Kristen Stewart), se desatan sus celos hacia Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), una ascendente coprotagonista y estrella pop, a lo Lady Gaga, y la película se desenvuelve en una anomia trepidante. Cierta crítica sesuda ha visto, en cambio, una genialidad, que va del drama shakespeariano a reflexiones filosóficas relativas a Nietzsche y Carl Jung (dos que habitaron Sils Maria). Quizá nadie haya visto la misma película.