Pensar al otro siempre es un problema. Por empezar, el otro se define por la diferencia,. Ni por la igualdad ni por la similitud, por la diferencia, cosa que explica, de algún modo, al propio sujeto que somos. ”Cada conciencia persigue la muerte del otro” dice Hegel, una intención que nunca encuentra final.
A Goyo Carrizo, sujeto de este documental virtuoso, se lo conoce como el amigo de Diego Maradona, el que jugó en el equipo Los Cebollitas, el que lo descubrió y lo llevó a Argentinos Juniors: “en el barrio hay un pibe que la rompe”, dice. Entonces le piden que traiga al pibito. Tal vez por primera vez se lo piensa a Goyo objetivamente, como el Maradona que no fue, el segundo Maradona, el “otro fenómeno de jugador ” tocado por la vara de un destino extraño. Sin embargo, aquello que parecía solo cuestión de destino el documental se encarga de subvertirlo: un contexto, un momento, una familia, una sociedad, una elección. Está claro, nadie estaba preparado para que hubiera dos Maradonas.
Si el documental de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, ópera prima, de lo mejor que se pudo ver últimamente, en lugar de pensar la categoría del otro desde el presente, lo hubiera hecho desde el pasado hubiera perdido tal vez el brillo de lo mejor que tiene que es el propio Goyo, por una vez protagonista de alguna historia. El ambiente es el del fútbol juvenil e infantil a través del cual Goyo se mueve buscando nuevos talentos para ofrecer a los clubes de Capital. Canchas de barro en clubes de provincia, lejos del glamour de los clubes de primera, ni hablar de los de Europa, canchitas de barrios pobres, inundadas u ocupadas en los que, ausente, Maradona siempre está. Nombrado, deseado, admirado, en posters, banderines… Las imágenes de archivo, inéditas, del Maradona de Los Cebollitas en color aportan la cuota al documental de investigación. Interesante el juego cuando Goyo coloca en los datos del hotel en San Juan el nombre de su hijo: Diego Armando.
Raramente nuestro protagonista habla a cámara, y cuando lo hace, confiesa un pasado oscuro, la rotura de ligamentos que no pudo superar, y la descripción de una situación de contexto que fue la que hizo en definitiva que llegue donde está, cuando recae toda la ternura del tipo que llora y no puede dejar de llorar. Lo demás es un encuentro permanente con viejos amigos, admiradores, amigos del fútbol, todos aquellos que lo miran con un resquicio de admiración.
En la elección oportuna de la observación, la cámara no irrumpe, ni opina, ni reflexiona, sino asiste en su invisibilidad a un mundo al que sería imposible entrar de otra manera: el del fútbol de todos los días en todos los potreros y canchas del pais. Ahí el film exhibe en todo su optimismo: entre la voz interna de tal vez el admirador numero 1 del mejor jugador de todos el tiempos, el otro, Diego Maradona.