El terror todo lo explica
No deja de ser un fenómeno interesante que películas de tan dudosa calidad consigan un espacio en el circuito comercial mientras que cientos de otras producciones bastante más dignas sólo se muevan en el limbo de los festivales y los cineclubes.
Pero el negocio del cine de terror de bajo presupuesto merece algo más que un mueca de desprecio. Es un fenómeno de mercado y eso implica un deseo colectivo que ha alcanzado la masa crítica suficiente como para ser relevante en términos económicos.
El pacto se inscribe en la larga lista de películas del género que se han estrenado en los últimos años y que casi no tiene sentido analizar como obras individuales, porque ni siquiera alcanzan a ser las correctas materializaciones de una fórmula repetida.
El umbral inferior de tolerancia a este tipo de productos es tan bajo que incluso una parodia insípida, como In-actividad paranormal (también en cartel), supera por la vía del absurdo a buena parte de lo que se ofrece como "verdadero terror".
Lo que sí debe decirse en favor de El pacto es que no se trata de lo peor que ha llegado a los cines locales. Si bien las limitaciones de presupuesto y la escasa pericia cinematográfica de su director saltan a los ojos desde la primera imagen (casualmente: un plano detalle del ojo de la protagonista), hay un cierto sentido del suspenso y de la dosificación de los datos que mantiene en equilibrio inestable la frágil arquitectura total.
No es la primera vez ni la última que se cruzarán fenómenos paranormales, e incluso sobrenaturales, con la historia de un asesino serial. Un cruza que, en este caso, no llega a ser un híbrido sino apenas un injerto con poquísimas probabilidades de brotar en una segunda parte.
Por último, la actriz principal, Caity Lotz (Arrows), tiene la belleza y la energía necesarias para afrontar la acción física que le exige el papel, pero lamentablemente la zona traumática de su personaje no fue explotada en absoluta y esa es otra de las tantas deudas de El pacto.