Cuando menos es mucho más
No hay alternativa en el análisis de un film de terror más que medirlo por sus logros o defectos siempre en un contexto devaluado y frente a una batería de productos y propuestas de dudoso nivel y calidad artística como la que aparece en la cartelera cinematográfica desde varios años hasta la fecha. Por ese motivo el cine no hollywoodense o proveniente de algún que otro sector independiente –todavía los hay- alimenta en la mayoría de los casos las expectativas de un público familiarizado con los códigos y obediente a la hora de llenar una sala para ver casi siempre lo mismo.
El debut del director Nicholas McCarthy por un lado bebe de las fórmulas minimalistas del cine japonés pero sin repetir esa atractiva estructura se nutre además del mecanismo del suspenso y del terror a partir de la explotación del axioma: cuanto menos se muestra, mayor es el resultado. El pacto asimila desde el primer minuto el clima de película de terror básicamente porque sostiene una tensión que atraviesa diferentes atmósferas y se conecta con el pasado oscuro de la familia Barlow, cuyas hermanas, Nichole (Agnes Bruckner) y Annie (Caity Lotz), distanciadas por diferentes causas deciden reunirse para despedir los restos de su madre recién fallecida.
Sin embargo, Nichole desaparece misteriosamente y nunca llega a la cita, motivo por el que Annie una vez instalada en la casa de infancia, lugar del que guarda horribles recuerdos, se encamina junto a un detective y una médium, Stevie (Haley Hudson, confirmada su participación para la secuela) en la búsqueda para toparse en su investigación con un secreto oscuro y la presencia de un espectro relacionado a aquel pasado.
La certeza en el manejo de los espacios y la profundidad para generar la sensación de desprotección en la protagonista así como los lugares secretos dentro de la casa con una sugestiva mirilla para habilitar la presencia de algo extraño resultan claves como elementos para que el relato fluya y construya una puesta en escena funcional a los resortes de la sugestión y del terror propiamente dicho. Es también eficaz el manejo de las distancias con la cámara para cerrar o ampliar el encuadre con el mismo objetivo siempre que la actuación resulte verosímil y en ese sentido debe destacarse la labor de Caity Lotz, nunca sobre actuando su rol ni anticipando al espectador desde lo gestual lo que va a venir.
Basta esta carta de presentación para decir que El pacto es un film interesante desde su propuesta formal, que avanza sin tropiezos por el terreno del suspenso y el thriller mezclando con eficiencia todos aquellos elementos del terror fantástico más primitivo que se vincula directamente con los miedos infantiles y la incertidumbre por lo desconocido, sin apelar a golpes de efecto innecesarios o grandilocuencia gore.