Paredes, ojos y oscuridad
Historia tenebrosa, en casa con sorpresas.
Luces que tintinean, la obsesión por filmar una pared empapelada (el decorado asusta por el mal gusto) y el manejo de la profundidad gracias a la oscuridad, enmarcada por una puerta abierta o agujeros que sirven de mirillas.
Con sólo esos elementos, al debutante Nicholas McCarthy parece que le dijeron: “arreglate con esto, es lo que hay”. Y ensambló como pudo una tenebrosa historia desde el guión donde Annie (Caity Lotz) debe encontrarse con su hermana Nichole (Agnes Bruckner) para el funeral de su madre. Pero esta última no aparece para la cita. ¿Culpa de las adicciones de ella?
Desde la desaparición de Nichole, como así también de la pequeña niña que adopta, Annie comienza a construir un rompecabezas familiar: el siniestro pasado de los Barlow (la parte del archivo, suma) que transcurre dentro de la vivienda donde ella pasó su infancia. Todo se precipitará al dar con una falsa pared que esconde una puerta y allí comienza un nuevo filme, con un suspenso logrado.
El pacto parece una película de terror diseñada para arquitectos. Hay que hurgar en los planos (de diseño) de la casa, se filma al detalle los materiales de la vivienda (empapelados, pinturas de paredes y puertas) y se develan los secretos de construcción (y destrucción) de un lugar cuyo suelo (un desprolijo parquet) hasta es usado como un improvisado tablero ouija.
Pero con tanta escenografía, donde la banda de sonido “empuja” a la sugestión y los tonos ocres hacen el resto, Nichole debe viajar al pasado. Para ello está la medium Stevie (Haley Hudson, caracterizada tan pálida que parece de otro mundo), quien es su nexo con los secretos familiares a los cuales Nichole deberá enfrentar. Entre ellos un peligroso tío, con un peculiar caminar, que asoma entre los rincones de la casa y cosecha sustos desde su penetrante mirada. Todo reflejado desde el otro lado: espía del más allá.