El dramaturgo, novelista francés Florian Zeller adapta su propia obra de teatro El padre en este debut como cineasta. Que continuará con El hijo, con Laura Dern y Hugh Jackman, hasta quizá completar el traslado al cine de lo que es una trilogía escénica, en parte autobiográfica, que cierra con La madre.
Nominada a seis premios Oscar, ganadora de dos, con Anthony Hopkins como merecido ganador de una estatuilla.
En un bello departamento, Anthony (Hopkins) discute con su hija Anne (Olivia Colman) acerca de la necesidad de aceptar a una nueva cuidadora. Ella, la hija, le anuncia que se irá a vivir a París porque ha conocido a un hombre. Un rato después, hay un señor leyendo el diario en ese mismo living, decorado con buen gusto. Anthony no sabe quién es. El hombre le dice, un poco irritado, que es el dueño de casa, el marido de Anne.
Así, de un encuentro a otro, de un diálogo al siguiente, el espectador de El padre entiende que lo que está viendo es reflejo de la confusión del protagonista. Un hombre encantador y un poco autoritario, atrapado en las redes de la pérdida de conexión con la realidad, víctima de la demencia senil.
El uso de la edición sirve como recurso para reemplazar lo que en el teatro eran entradas y salidas de los personajes en el escenario. A los que se suma una joven cuidadora (Imogen Potts) que Anthony confunde con su hija que falta, otra Anne distinta, ¿o es acaso una profesional?, otro posible yerno.
El padre no logra romper del todo con la fuerte impronta teatral de la propuesta. Pero la edición, junto al trabajo del elenco, son fundamentales que se vea como otra cosa. Con el apoyo de la fantástica Colman, Hopkins compone a su personaje con todos los matices y las complejidades.