Quien, pocas temporadas atrás, haya tenido la fortuna de ver a Pepe Soriano haciendo “El padre”, sabe de qué se trata, qué fuerte es esta obra de Florian Zeller, qué categoría enorme, y qué conocimiento terrible de la vida tiene el actor que ha de interpretarla. Además de años, porque así lo exige el personaje. Robert Hirsh tenía 87 al momento de su estreno en París. Lo mismo Héctor Alterio, que la dio a conocer en Madrid. Soriano, acá en Buenos Aires, 86. E Ignacio López Tarso, venerable actor mexicano, increíble: 92 años. Anthony Hopkins la hizo en cine a los 83. Pero hay que verlo. Bien ganado tuvo su Oscar, lo mismo que Christopher Hampton por su adaptación cinematográfica.
La dirige el propio Zeller, y alguno dirá “se nota que es teatro filmado”. Señal de que no vio la obra en teatro. Las aireaciones existen, y los varios momentos de silencio, sin texto alguno, se hacen notar de modo especial. ¿Qué pasa en esos momentos por la cabeza de un viejo cada vez más desmemoriado, más metido en lo suyo, más receloso de la gente que se le acerca? Solo la cámara puede servirnos de puente para entenderlo. Solo el rostro de un actor que conoce la cámara, puede expresarlo. Porque además a este viejo se le confunden las personas, se le mezclan miedos y realidades, se vuelve temeroso y un tanto agresivo. “¿No lo notaste? Suceden cosas raras a nuestro alrededor”, le dice a la hija, que quien a veces también recela, mientras ella lo sufre y lo cuida, postergando su propia vida. ¡Qué tremendo “tercer acto”, y qué actor, cómo lo vemos ir paulatinamente cambiando en cada escena! Fuerte, es cierto. Patético. Pero es como decía Truffaut respecto de “Gritos y susurros”, de Ingmar Bergman, la dolorosa sensación de la curva descendente de la vida se ve compensada por la admirada visión de la curva ascendente del artista. Pepe Soriano estaba acompañado entonces por Carola Reyna y otros buenos. Anthony Hopkins lo está por Olivia Colman (la reina en la tercera temporada de “The Crown”) y otros también buenos. Música de Ludovico Einaudi, Bellini, Purcell, David Menke, Bizet (“Je crois entendre encore”).