Misterios sobre mi padre
Trece años después de haber provocado un quiebre en la forma de abordar el cine documental, la directora de Trelew (2003) regresa con El Padre (2016), una docuficción en primera persona donde investiga la misteriosa muerte de su padre, Juan Arruti.
En septiembre de 1973 Juan Arruti, padre de la realizadora, muere en un supuesto accidente ferroviario. Oriundo de Monte Hermoso, militante comunista y de fuertes ideales, con su muerte pareció que su pasaje por este mundo nunca hubiera sucedido. Ni amigos, ni familiares, ni siquiera la propia esposa mencionaban su nombre y lo ocurrido. Mariana Arruti pasó casi cuarenta años de su vida con más dudas que certezas sobre lo que en realidad había pasado ese día. El Padre es su investigación cinematográfica para encontrarse con lo más cercano a la verdad.
Si en Trelew Arruti construía un documental en forma de thriller político en El Padre apuesta a las reglas del cine de misterio y suspenso. Se aborda un tema realista creando en el espectador la sensación de que se le está por revelar un secreto, una verdad que, supuestamente, hasta ese momento sólo unos pocos conocen. Arruti cumple el rol de la investigadora cuya misión es descubrir el secreto, que al igual que el espectador también desconoce.
A diferencia de muchos documentales en primera persona, donde el ego del realizador se come a la historia que pasa a un plano segundario, en El Padre siempre es la investigación la protagonista. El atino y delicadeza de Arruti por correrse del centro de la escena, aunque lo sea permanentemente, no hace otra cosa que aportarle potencia al trabajo en su conjunto.
El Padre se complementa de escenas ficcionalizadas que llenan el vacío que genera la ausencia, tanto físico como afectivo. Arruti filma los recuerdos de lo que no fue pero que alguna vez imaginó. Son solo pequeñas escenas que le aportan lirismo a la construcción de ese misterio que se trata de develar.
Sin lugar a dudas Mariana Arruti sabe narrar historias complejas desde lugares pocos convencionales. Sin importar los géneros, las formas o las estéticas. Atraviesa todos los límites que rigen al documental clásico para hacer un cine de rupturas, tan potente como revelador.