Durante la década del setenta se le quiso hacer creer a la población argentina que el silencio era salud. Detrás de este slogan se trataron de ocultar un sinfín de tragedias y miserias.
Mariana Arruti, directora de El Padre, no recuerda nada sobre el suyo, cuando él murió, ella era muy pequeña. Esther y Mario -jefe de su madre ingeniera- cooperaron con su crianza, mientras la mujer, un tanto ausente, atravesaba la pérdida. Arruti creció en medio de la confusión, sin que nadie le explique bien qué fue lo que sucedió y aceptando la clausura del tema: una muerte en las vías del tren en Avellaneda y punto.
A partir de apelar a imágenes ficcionalizadas, en blanco y negro, la realizadora construye los recuerdos que no tiene: los de la infancia de su padre y los de la suya junto a él. Arruti les da una forma y los aúna a partir de los relatos de su madre, sus primos, sus tíos y los compañeros de militancia de él. Todos le preguntan lo mismo: “¿no te acordás de nada?”, “de nada”, afirma ella. Pero ellos, por primera vez, están dispuestos a ayudar a solucionar ese hueco en su historia.