Sólida narración con efectiva atmósfera dramática
Ante una grave enfermedad, la persona que la sufre, puede tomar diferentes caminos para sobrellevarla. Si es terminal, como en éste caso, la resolución que adopte tiene que ser la definitiva, por lo menos eso es lo que pensaba el protagonista de esta película. Determinado, aceptando su destino y sin contarle nada a nadie, ni a su hijo, Fernando (Julio Chávez) abandona su departamento, su auto, sus responsabilidades, y con su alma en pena se embarca en su velero Cronos, que le servirá como vía de escape, para soportar en soledad, navegando por el delta, sus últimos momentos en compañía de sí mismo, su fiel barco, la naturaleza y los intrincados canales fluviales.
Aunque, a veces, los planes se pueden alterar porque, en un momento de distracción, antes de partir, Carla (Pilar Gamboa) se cuela en la embarcación por miedo de que la acusen de un crimen que no cometió, y cuando Fernando la descubre ya es demasiado tarde para regresarla al puerto.
Carla, que es uruguaya, pretende convencerlo de que la lleve de vuelta a su país pero, el comienzo tenso, distante, se modificará y él intentará ayudarla.
El velero se convierte así en el ámbito de contención de dos seres en fuga, aunque cada uno de ellos, huye por distintos motivos.
En este film dirigido por Matías Lucchesi predominan los silencios por sobre las palabras. Las acciones, miradas, gestos mínimos, ausentes de grandilocuencias, son más relevantes para ir marcando los momentos importantes de esta historia.
Una serie de infortunios propios de la navegación, mezclados con la presencia del prefecto Mario (César Troncoso), que tiene una relación de cierta amistad con Fernando, pero que en estos momentos no es bienvenido provoca una tirantez cada vez mayor entre los tres. Su personalidad entrometida se vuelve molesta, irritante, que incomoda a los demás, como un custodio que los sigue a sol y sombra ante cada uno de sus movimientos y no los deja respirar libremente.
Cuando Fernando había planificado realizar un tranquilo e introspectivo viaje final, aunque también estos hechos le harán analizar de otra manera lo que va a depararle el futuro y de qué modo intentará afrontarlo dignamente.
El director realizó una película simple, con escasos recursos, pero bien contada, donde la creación de atmósferas dramáticas, tanto en el interior opresivo del barco, como en los exteriores, con el calor y la frondosa vegetación que los rodea, están balanceadas.
Con estos claros conceptos de realización, se demuestra, una vez más, que el secreto de hacer una buena película radica en la simplicidad y corrección de contar una historia, sin menoscabar la inteligencia del espectador.