Tras su elogiado debut con Ciencias Naturales, Lucchesi construye un film al servicio de su talentoso protagonista, bien acompañado por Pilar Gamboa y César Troncoso.
En la alicaída Competencia Argentina del último BAFICI, que dio pocos momentos de alegría, resultó una excepción El Pampero, de Matías Lucchesi, cuya opera prima, Ciencias Naturales, mereció varios premios.
El director es acotado al filmar: en este caso, elige un espacio mínimo y cerrado -un velero- y tres actores. El comienzo es elocuente, a pesar de la ausencia de diálogos. Un hombre enfermo sale solo en su barco, y deja vivienda y pertenencias: su destino pinta negro. De manera sorpresiva, una mujer irrumpe en su camino y sus planes se ven alterados, con el agregado de un tercer intruso. Dos hombres y una mujer en un espacio cerrado y algo que ocultar: estos elementos sostienen un drama de contenida tensión que permanece amenazante durante todo el film, con un logrado clima y suspenso.
Nada sería lo que es sin la presencia de tres intérpretes soberbios. Julio Chávez ha vuelto al cine para dar lo mejor de sí; presente en casi todas las escenas, nos mantiene en vilo sin que sean necesarias muchas líneas de diálogo. Ya hemos visto su personaje solitario y taciturno, una máscara que ha ido elaborando en films anteriores, en una búsqueda actoral, en este caso súper contenido. Pilar Gamboa es una excelente actriz, siempre, tanto en el teatro como frente a la cámara. Y el uruguayo César Troncoso está a la altura de sus compañeros: compone un personaje en las antípodas del dueño del velero, un marino cínico capaz de sacar provecho de todo fallo ajeno.
Es este un logrado film sin estridencias ni pretensiones, con una excelente fotografía de Guillermo Nieto en los espacios del Tigre y la costa de Buenos Aires que capta las variaciones de la luz en los distintos momentos. El Pampero sostiene un tono de contenida intensidad que atraviesa esta suerte de road movie en su viaje hacia la muerte.