Se estrenó El panelista, de Juan Manuel Repetto. Documental que retrata la vida de Carlos Bianchi, integrante del sector de testeo de productos lácteos del INTI. Un punto de vista original de reflexión sobre la ceguera y las relaciones laborales.
De lo general a lo particular. El cine es una ventana a universos que a veces están escondidos de la luz pública. A través del ojo de un director, o de una cámara, podemos entrar a micromundos que muchos suponen que existen, pero solamente se vuelven masivos cuando alguien los da a conocer a través de los medios de comunicación y, en este sentido, el cine cumple el rol de uno.
El panelista tiene como tema principal la ceguera. Cómo es vivir siendo no vidente, los prejuicios que existen, la rutina cotidiana de personas con visión limitada o que directamente carecen de ella. Juan Manuel Repetto parte del sector de testeo sensorial del INTI para conocer diversas historias, que se cruzan en un espacio donde los protagonistas trabajan probando diferentes sustancias, específicamente quesos, para evaluar texturas y aromas, aprovechando el desarrollo del gusto y el olfato en compensación a la ausencia de la vista.
El motor que elige Repetto como guía del relato es Carlos, un muchacho de 39 años que quedó ciego tras un accidente en la infancia. El personaje, padre de dos hijos, será el referente del director para conocer el funcionamiento de la institución y, derivado de eso, otros casos de trabajadores del Instituto.
Limitando el uso de bustos parlantes y evitando caer en zócalos explícitos, El panelista exhibe las historias con el mayor grado de humanidad posible. La cámara de los realizadores se introduce en los hogares, los acompaña a la par en sus caminatas y no interviene con preguntas ni interpelaciones. Deja que los personajes hablen, vivan, delante del receptor.
De a poco, Repetto va introduciendo el conflicto, de forma misteriosa y casi onírica. ¿Qué son esas torres eléctricas que aparecen en forma difusa en medio del cielo? ¿Qué son esas imágenes fuera de foco?
Poco a poco, van ganando terreno narrativo, las nuevas panelistas -se da a suponer una especie de celos entre los que tienen una visión limitada y aquellos que directamente no la tienen- y Carlos empieza a tomar un plano secundario. Muchas decisiones de montaje, que parecen arbitrarias, van tomando potencia narrativa. Y el misterio se irá revelando a medida de que avanza el relato.
Lo más interesante de la elección narrativa de Repetto es que no se pone en una posición de juez de los hechos. De la pintura general, informativa y didáctica de este micromundo, el director paulatinamente pasa a la intimidad de un solo individuo: sus miedos, sus incertidumbres, el cambio de comportamiento y, sobre todo, la forma de llevar adelante la paternidad, con las culpas y limitaciones particulares. Cómo llevarse con hijos videntes y cómo afrontar una posible tragedia agudizando los sentidos. De repente el “tema” deja de ser una discapacidad particular para tornarse una más universal, para la que nadie nace capacitado.
Con un cuidado estético interesante, donde el director resalta los encuadres de largos pasillos y las interminables caminatas de sus protagonistas, cuidando los puntos de fuga, así como el recorte de siluetas mirando la lluvia desde una entrada, El panelista es una obra sugerente y original, que muestra otro punto de vista acerca de cómo es vivir sin poder ver, y de que forma, incluso a nivel histórico, la sociedad argentina se hizo y se hace cargo de los no videntes.
Hay que resaltar el tiempo que se ha tomado la producción para llevar a cabo la investigación pero, aunque no hay un minuto de sobra en el relato, el conflicto tarda bastante en aparecer y demasiado breve termina siendo el desarrollo del mismo. Habría sido interesante profundizar un poco más en cómo afectó el incidente en el carácter del protagonista, así como en darle un poco más de identidad a personajes que tienen un rol satelital como, por ejemplo, la esposa de Carlos.
Al final, y quizás cuando empieza a cobrar más intensidad dramática, El panelista termina y todo lo que pudo haber sido quedará en la mente del espectador.
Un interesante estudio sobre la ceguera, El panelista, de Juan Manuel Repetto, exhibe un mundo y a sus personajes sin intervenir en el relato, ni en el juicio hacia ellos. Cuidado en la puesta en escena y un clima intimista, con relatos humanos que generan empatía pero nunca apelan ni al sentimentalismo ni al golpe bajo, son los puntos más sobresalientes que compensan la ausencia de profundidad, sutileza y ambición.