En 2006, la directora danesa Susanne Bier llevó a su película Después del casamiento hasta las puertas del Oscar a la mejor película extranjera. Esa nominación le sirvió a Bier para darse a conocer al mundo a través de una historia cargada de secretos y mentiras, marcada a fuego por su identidad profundamente melodramática.
La trama original imaginada por Bier se reproduce casi con exactitud en sus rasgos esenciales dentro de esta remake firmada por Bart Freundlich, cuya esposa en la vida real (Julianne Moore) es una de sus protagonistas. Lo único que cambia (producto de estos tiempos) es el género de uno de los personajes principales. Ahora le toca a una mujer (Michelle Williams), que vive en la India manejando un orfanato, regresar a Nueva York en busca de fondos para mantener, y si es posible ampliar, esa obra de caridad. A su llegada se encontrará con una serie de trabas y complicaciones ligadas a su pasado y que la pondrán frente a frente con su acaudalada mecenas (Moore) y sus seres más queridos.
Algunos de esos conflictos aparecen de repente, casi con un aire de golpes de efecto, para acentuar el perfil telenovelesco de un relato que va ganando de manera inexorable dimensiones lacrimógenas. Pero a la vez hay que reconocer que Freundlich tiene tacto para manejar con bastante sutileza las reacciones de los personajes y dejar abiertos varios interrogantes respecto de cómo se comportan ante lo inesperado. El brillante elenco ayuda a que todo se haga más creíble.