La imposibilidad de no mirar atrás
Asghar Farhadi, director de La separación (A Separation, 2011), vuelve a profundizar en El pasado (Le passé, 2013) su mirada sobre los vínculos maritales. Su nuevo film conserva el tono áspero e intimista del anterior.
Ahmad (Ali Mosaffa) llega a París por pedido de su ex mujer. Marie (Bérénice Bejo), para quien es crucial firmar el divorcio. Sin embargo, más allá de esta necesidad, es evidente que algo no está funcionando; lejos de sentirte más tranquila, persiste en ella una sensación de urgencia y nerviosismo. Los reproches a su ex pareja no tardarán en llegar, al mismo tiempo que se hacen evidentes las tensiones de su nueva vida junto a Samir (Tahar Rahim). Ahmad se convierte en testigo de ese vínculo aún no del todo definido, de la conflictiva relación que ella mantiene con el hijo de su nueva pareja y sus propios hijos (los dos de padres diferentes), en especial con la adolescente Lucie. Más allá de este panorama tenso, hay un pasado oculto vinculado a la ex mujer de Samir, quien vive en un permanente estado de coma y posiblemente no pueda despertar nunca más.
Farhadi confirma con su nuevo opus su capacidad a la hora de detenerse en lo vincular, de trazar una red simbólica en la que los gestos y los comentarios en apariencia intrascendentes cobran un sentido mayor en una nueva secuencia. Aquí redobla la apuesta, dado que hay más personajes y el drama interno de cada uno de ellos está imbricado en una intriga sobre la que el film gira en la segunda mitad. Si al comienzo se insinúa una persistente molestia en Marie, ese malestar se deslizará poco a poco hacia Samir, a quien la presencia del ex marido perturba no sólo como un si se tratara de un fantasma displicente, sino como el contrapunto que lo enfrenta a su propio hijo. Ahmad viene de Teherán, y algo de ese “exotismo” sirve para desestructurar el universo cotidiano en donde todo parece destinado a la rutina.
Otra cualidad del film es el trabajo con los espacios principales, que son la casa de Marie en donde conviven hijos de tres padres distintos; la lavandería de Samir, en donde ella lo conoció cuando él aún vivía junto a su esposa; y la farmacia en donde Marie trabaja. Los tres espacios están abordados como espacios de tránsito, sólo Ahmad pareciera instalarse con mayor comodidad en la casa de su ex mujer. Paradojalmente, él es el extranjero y el destino que le cuaja es el de instaurar o promover un orden que parece ser cada vez más utópico.
La segunda parte, como hemos dicho, es la que está más centrada en la intriga. A partir de allí, lo más enriquecedor del relato se vincula con la forma en la que éste alterna puntos de vista; los espectadores saben lo mismo que los personajes, hasta que uno de ellos revela algo hasta el momento ignorado. Tamaño punto de giro que nos lleva a un nuevo panorama.
En suma, Farhadi consigue una vez más una película que aborda temas trascendentales (sin por eso ser una historia de aspiraciones “importantes”) y con diversos niveles de sentido. No es una obra mayor, pero su solidez narrativa y actoral introducirá al espectador en un estado de bienvenido desconcierto.