En su tercer largometraje, el iraní Asghar Farhadi, célebre a partir de la recordada La separación, vuelve a ubicar a la pareja y a la familia como centro del relato y como máscara para más de una analogía. Otra vez la visión de los niños/hijos como el equilibrio de puja, y cierto desamparo de los adultos abogados a sus propios asuntos sentimentales, que en definitiva también los atañen.
La problemática esta vez parecen ser las familias (mal) ensambladas. Ahmad (Ali Mossafa) debe viajar de Teheran a París a pedido de su (ex) esposa para firmar los papeles del divorcio que le permitan a ella, Marie (Bérénice Bejó) formar una nueva familia con Samir (Tahar Rahim).
Al llegar a este nuevo país, Ahmad deberá quedarse unos días en casa de Marie, sirviendo la última gota a un vaso que ya estaba rebalsado.
El hombre observa desde el afuera (y no tanto), que el mundo de su ex pareja hace eclosión entre tratar con las dos hijas que tiene con él, y el hijo que Samir tuvo con su esposa actualmente en estado comatoso.
El pasado parece basarse en las miradas ajenas, en el tercer punto. Ahmed observa la frágil relación de una familia que ya no es la suya, y los hijos (en especial una de las hijas) ven el extraño comportamiento de Marie para con Ahmed y Samir, creando aún más conflictos.
El Pasado es el primer film de Farhadi realizado fuera de su país, en Francia, y eso pareciera reflejarse en el resultado. Ahmed es un israelí que viaja a Francia y observa el comportamiento de ese país desde el afuera, un país con comportamientos al que pareciese no poder/querer amoldarse.
Como ya se hizo costumbre en su cine Farhadi compone varias capas de relato, manipula al espectador, lo lleva y lo trae, y lo va metiendo de este modo cada vez más en el relato. Tenemos un típico drama francés en la relación de Marie con los jóvenes, y una historia más intimista (el que predominó en los anteriores films del director) en el personaje de Ahmed que funciona como un espejo, como si quisiese hablar de sí mismo.
Esa composición de varios elementos que complementan Farhadi la realiza armoniosamente y sale más que airoso; es un mecanismo de caja china, de emociones muy potentes, que encaja perfectamente sin fisuras.
Pero el film se reciente en sus 130 minutos de idas y vueltas, tanta manipulación y compromiso que se le solicita al espectador termina agobiándolo y en un punto, sobre el final, el interés tiende a dispersarse. Farhadi parece haber tenido alguna dificultad en encontrarle un nudo resolutivo a todo lo que quiso contar; no obstante, si bien llevará tiempo, todo cerrará sin aberturas.
El pasado es un film irregularmente perfecto, con grandes hallazgos narrativos e interpretativos, con un soberbio manejo de imagen. Pero como en toda familia ensamblada, por más que las piezas se acoplen y se integren, no dejan de pertenecer a orígenes diferentes, llegar al cause común no es tarea sencilla, Asghar Farhadi da muestra de ello.