Acento extranjero.
El pasado no es una taxonomía temporal para definir lo acontecido sino la carga de sentimientos y vivencias que nos asolan como fantasmas inquiriendo sobre las decisiones y las experiencias que nos forjan como sujetos sociales. Asghar Farhadi, el director iraní de La Separación (Jodaeiye Nader az Simin, 2011), regresa exitosamente con una historia sobre la desintegración de los sentimientos y los dramas familiares a través de un grupo de inmigrantes iraníes en Francia.
Tras una dolorosa separación, Ahmad (Ali Mosaffa) decide volver a Francia después de mucho tiempo para completar el proceso judicial de divorcio iniciado en su ausencia por Marie (Bérénice Bejo). La necesidad de terminar legalmente la relación contrasta con la complicidad entre la ex pareja y el drama que va desarrollándose sin tregua entre Marie y su nuevo compañero, Samir (Tahar Rahim), cuya esposa está en coma tras un intento de suicidio y cuyo hijo da claras señales agresivas de descontento. El regreso de Ahmad y la hostilidad de la hija mayor de Marie, Lucie (Pauline Burlet) complican aún más la relación con Samir en una tragedia que solo parece conducir a la desdicha y la infelicidad.
Farhadi narra con maestría un pasado del que no se quiere hablar pero que siempre está presente y no permite avanzar a los personajes. Atrapados en sus fracasos, los protagonistas son incapaces de ver el presente o vislumbrar un posible futuro. La obra transita en todo momento la tensión entre la crudeza de las consecuencias de la desidia y los rencores del pasado y la necesidad de olvidar y perdonar para poder sobrellevar una vida que recorre los caminos del odio y la reconciliación, en un diálogo cuya búsqueda de la verdad puede liberar de la culpa o desatar un infierno de sentimientos encontrados, desgarradores e insoportables.