Aguda mirada sobre los sentimientos
Antes de comenzar a leer estas líneas, conviene señalar lo redundante: estamos ante un film de profundo rigor formal. En su mixtura entre clasicismo y modernidad; entre el sólido mundo del cine-arte francés, con su acicalado estilo, y la original sensibilidad del cine iraní, aquí con una singular mirada, es desde donde se edifica este melodrama que, empero, puede ser visto como una suerte de novela de suspenso en virtud de las diversas aristas del relato que se van develando lenta y sutilmente ante el espectador. Por ello, aspectos centrales del film se explican al final de la presente reseña, dejando al lector la decisión de conocerlos de antemano o no.
EL DIVORCIO Y LO SOCIAL
El director Asghar Farhadi se hizo mundialmente famoso por La separación, con aquellos inolvidables Nader y Simin dirimiendo, en duros términos, el fin de su matrimonio. Aquí, como en aquella película, vuelve a la escena doméstica del vínculo filial roto, pero ampliándolo hasta encontrar infinitas resonancias, no sólo en la problemática de la pareja, sino también en el cada vez más difuso ideal de familia de buena parte de la sociedad contemporánea. Así, el problema marital envuelve con furia a los hijos, víctimas a su vez de anteriores divorcios, lo que aumenta la firma de una separación a seis personajes y a varios puntos de vista. Todos, a su modo, tocados por el drama. El ejercicio intelectual intenso que plantea el guión de El pasado no omite su sensibilidad gracias a la precisa capacidad de observación de su director. Farhadi construye la trama desde la tragedia colectiva, pero también desde el desasosiego que experimenta cada uno de los personajes. En la cotidianidad irresuelta de la vida no hay paladines justicieros ni atormentados absolutos, sino una cadena de sinsabores que incluso afecta a sus hacedores, desnudando en la pantalla la naturaleza ciega de sus actos.
LA INCOMUNICACIÓN
Desde el minuto uno, Farhadi funda su film desde la incomunicación. La meramente formal o aparente, con un hombre que deambula por el sector de retiro de equipaje mientras del otro lado del vidrio que los separa una mujer lo espera con una poca disimulada ansiedad e intentando, en vano, que él la escuche. Mucho tiempo después de transcurrida la trama de El pasado, se confirmarán dos intuiciones, tales como el vínculo que los une y la pérdida de la maleta en ese arribo. Uno de estos elementos parece fundamental en la historia, y el otro no. Pero, poco a poco, hasta el más ínfimo de los componentes del relato tendrá su justificación. Esa valija rota deberá ser cambiada por otra, y en la segunda aparecerán los ecos de una vida dejada atrás. También aparecerá la incomunicación desde su aspecto simbólico, de forma que en cada mínimo acto se instala nuevamente la disyuntiva de quedarse junto a ese pasado o encaminarse al mañana, a través del abordaje o la insinuación de todos los compromisos tras el gran conflicto: el amor pasado, el amor futuro, los hijos, los amigos, el imperio de la ley, la inmigración y los códigos culturales. Cada actor social pareciera aportar una cuota al conflicto, aunque, en rigor, el principal problema sea que cada personaje oculta algo en relación con el otro. En lo atormentado surge un profundo análisis de conciencia.
CUIDADA LABOR ARTÍSTICA
Este auténtico crucigrama filial Farhadi lo hilvana desde un guión preciso que, aunque pierda un poco de brío y emoción hacia el final, en otras manos hubiera podido ser sólo una trama impura de corte lacrimógeno y melodramático. Uno de sus grandes aciertos es que todo el pasado está en presente, sin flashbacks. Pero la densidad trágica que el director consigue extraer de la historia descansa en dos rubros de excepción: su inteligente puesta de cámara (obra de Mahmoud Kalari, quien cumplió igual tarea en fundamentales obras de su connacional Abbas Kiarostami) y un elenco preciso en el que prevalece Bérénice Bejo como el vértice donde confluyen la mujer romántica y la esposa resentida. Aunque no tenga la atractiva especificidad cultural, política y religiosa de La separación, esta nueva labor de Farhadi mantiene su aguda y reflexiva mirada a los sentimientos.
Para quien no desea ser sorprendido por los recodos de la trama: Ahmad (Ali Mosaffa) llega a París desde Teherán para poner fin a su matrimonio con Marie (Bejo) luego de cuatro años de distancia. Allí conocerá a la nueva pareja de ella, Samir (Tahar Rahim), y se enterará de que está embarazada de él. Asimismo, Samir tiene a su esposa en coma tras un intento de suicidio. Ahmad también conocerá la conflictiva relación de Marie con su hija Lucie, uno de sus dos hijos de matrimonios diferentes, y con el pequeño hijo de Samir.