Hay quienes afirman que la base de nuestra personalidad se fija y se afirma durante los primero años de vida. Todas las experiencias vividas, tanto negativas como positivas, van construyendo un complejo entramado que luego determinará cómo somos en nuestro presente y futuro.
El pasado es aquel lugar al que se acude para poder comprender algo de la realidad y del presente. Aunque a veces lo efímero de los recuerdos y lo inasible de viejas historias hacen que uno más que rememorar sólo recree algo y con cierta “selectividad”.
A los personajes de la película “El pasado” (Francia, 2013) les pasa algo con sus vidas o les pasó y con un presente agobiante y desesperante, el director Asghar Farhadi (“Una separación”) comienza a bucear en los personajes para tratar de comprender más que su personalidad sus intencionalidades (actuales y pasadas).
Así el premiado filme inicia con una Marie (Bérénice Bejo) a punto de divorciarse del recién llegado a París Ahmad (Ali Mosaffa), en una casa corroída por el tiempo, con señales del paso de los años y que más allá de los intentos por reconstruirla nada bueno se ha logrado con ella, ni nada bueno se alberga dentro de ella.
Marie, una farmacéutica que convivió en muchas oportunidades con diferentes hombres (más allá de Ahmad) tiene dos hijos propios, Lucie (Pauline Burlet) y Léa (Jeanne Jestin), y también criar a Fouad (Elyes Aguis), hijo de Samir (Tahar Rahim), su actual pareja (que a su vez está casado con una mujer otrora depresiva y que actualmente se encuentra en estado de coma).
La llegada de Ahmad a París y a la casa, que vuelvo a señalar, se encuentra en condiciones inhóspitas, brindarán el hermético escenario en el que las pasiones y resentimientos comenzarán a reflotar algunos fantasmas del pasado y develará algunos oscuros secretos que repercutirán de manera directa sobre todos los habitantes del hogar.
La construcción de los personajes, algo que Farhadi sabe realizar con maestría, se despliega a lo largo de la duración del metraje de la película, que con un ritmo lento y pausado se detiene en detalles y pormenores que quizás pueden parecer banales en una primera lectura (los arreglos de la vivienda, por ejemplo), pero que hablan y cuentan a gritos algunas verdades necesarias para comprender el presente de Marie y su relación con los hombres y con Lucie, su hija adolescente.
Justamente con ella, con una personalidad contrastante y desafiante, es con quien verá impedida su capacidad de relacionarse desde el amor maternal, generando discusiones y roces que sólo sabremos al comenzar el avance de la acción del verdadero motivo de las disputas.
Farhadi logra no sólo conmover con una historia que habla del multiculturalismo y las relaciones sociales en la actualidad, sino que puede lograr hacernos entrar en esa casa familiar hasta el punto de ser uno más en su cotidianeidad y peleas. Este es el mayor logro de “El pasado”.
La puesta en escena y la elección de planos para narrar los acontecimientos también es acertada, aunque se puede criticar cierto regodeo y prolongación en la muestra de situaciones que bien podrían plasmarse de otra manera, pero que también suman a la angustia que genera el filme en general.
Intensa, íntima, agobiante, honesta, “El pasado” es un filme que no da tregua y que sustenta su verosimilitud en las excelentes actuaciones de Bejo, Aguis y Mosaffa, el trío “maduro” del filme.