Sobrevivir hasta la última parada.
El binomio que componen Liam Neeson y Jaume Collet-Serra vuelve a reunirse en una historia de acción luego del éxito que los acompañara en Desconocido, Non-Stop y Una Noche para Sobrevivir. Con un elenco que también incluye a Vera Farmiga, Patrick Wilson y Sam Neill, El Pasajero es una película que tiene su buena dosis de acción pero que hace foco en el suspenso que su asfixiante trama propone.
Michael MacCauley (Neeson) es un ex policía neoyorquino que ha pasado los últimos diez años fuera de la fuerza para dedicarse al mundo de las finanzas. Cuando nuestra historia comienza Michael recibe la mala noticia de que ha sido despedido a pesar de faltarle muy pocos años para jubilarse. Abrumado por la noticia, sube al tren que durante una década lo ha depositado en su casa luego del trabajo y mientras trata de darle forma a la charla que tendrá con su esposa para comunicarle la noticia (la situación económica de la familia no es la mejor con un hijo pronto a comenzar la universidad con los gastos que so conlleva), Michael es abordado por un personaje de lo más particular. Se trata de Joanna (Farmiga), una atractiva mujer de mediana edad que aborda a Michael en pleno vagón presentándose como una especie de psicóloga que se encarga de determinar los distintos perfiles de las personas para diferentes escenarios hipotéticos. Siempre en esa línea de la hipótesis Joanna le pregunta a Michael si, llegado el caso, él estaría en condiciones de realizar cierta tarea sin consecuencias para su persona a cambio de una recompensa. La tarea consiste en identificar a alguien que va a bordo del tren y que no cuadra dentro de los pasajeros habituales del convoy, a quienes Michael conoce al dedillo ya que es uno de ellos. La recompensa es de cien mil dólares. Y el escenario no es hipotético.
En términos narrativos, la película comienza acertando cuando plantea el escenario ya descrito de forma concisa, clara y por demás expedita. Un hombre común que acaba de perderlo todo y al que se le presenta una oportunidad caída del cielo para recuperarlo. Hay interés, hay un gancho y está el terreno preparado para el suspenso. Porque lo que sigue, muy bien presentado y construido también, son los pequeños detalles que convierten a la oferta de Joanna en algo muy alejado al lecho de rosas que en un principio aparentaba. Resulta que después de la misteriosa charla que la dama mantiene con Michael, esta se baja del tren dejando a nuestro protagonista con más dudas que certezas por lo que su acto instintivo consiste en agarrarse del único dato concreto que tiene. Según Joanna, parte del dinero de la recompensa está oculto en un baño que se encuentra entre vagones, la otra parte le será abonada a Michael luego de completar su tarea en caso de aceptarla. Esa parte del dinero está en el baño, como Michael rápidamente puede comprobar (y guardar en su bolso), pero lo que este buen hombre ignora al momento de hacerse con el metálico y que rápidamente sabrá es que el pasajero que debe identificar para Joanna y para quien sea que ella trabaja es un testigo de asesinato de un funcionario gubernamental involucrado en un caso de corrupción. Rápidamente nos queda claro que identificar al pasajero equivale a su sentencia de muerte, para evitar que testifique. Y aún más rápido que eso Michael se enterará de que no cumplir con su tarea, que aceptó realizar en el mismo momento en que se hizo con el dinero del banco, será sinónimo de encontrar a toda su familia asesinada cuando se baje del tren.
Si bien la construcción inicial del relato es tan sólida como acabamos de describir, la película parece descansar exageradamente en esa premisa. Porque una vez que el protagonista, y con él el público, accede a todas las cartas que están sobre la mesa y puede avizorar que lo que sigue es una carrera contrarreloj no solo para que Michael encuentre a este misterioso pasajero sino para que tome la crucial decisión de enviar a un inocente al matadero a cambio de la seguridad de su familia, lo que tenemos es un juego de gato y ratón bastante confuso y poco sustentado desde lo argumental. En primer lugar porque lo que vemos es a una organización criminal de gran escala que es capaz de secuestrar a la familia del protagonista, matar incluso a ciertos pasajeros del tren que desvían a Michael del trabajito que le encargaron e intervenir en los más altos círculos policiales y políticos de Nueva York que, a pesar de contar con todo ese poder y recursos, se ve obligada a depender de un ex policía desempleado para que encuentre a un testigo equis que viaja en tren sin protección de ningún tipo. Y segundo porque lo que quiere proponer en medio de este contexto es una arista policial estilo Agatha Christie donde los ocho o diez pasajeros entre los que estamos seguros que está la persona a la que Michael busca pueden terminar siéndolo. El guion no ofrece datos ni presentación de estos personajes como para sostener esa línea argumental policial donde el público pueda darle lugar a sus sospechas y la revelación de la identidad de esta persona de interés también responde a esa caprichosa falta de argumentos.
Pasados estos elementos centrales, las escenas de acción propias del género donde el protagonista vive salvándose por los pelos de todo tipo de peligros resultan anecdóticas así como también el acertado corrimiento que los personajes de Sam Neill y Patrick Wilson tienen respecto de ese grupo de sospechosos abordo para resurgir en el final y darle forma al último giro de la trama. Finalmente, ese dilema moral que enfrenta Michael para decidir si está dispuesto a dejar que alguien muera para salvar a su familia y que bien podía ser lo más jugoso y factible de explotar para la película en términos de profundidad queda eclipsado por una resolución también muy propia del cine de acción.