Tren rigurosamente vigilado
Liam Neeson es un hombre común que debe encontrar a un pasajero a cambio de cien mil dólares.
Esta es la cuarta película de acción dirigida por Jaume Collet-Serra y protagonizada por Liam Neeson, después de Sin identidad, Non-stop: Sin escalas y Desconocido (si no recuerda ninguna, es porque son todas tan entretenidas como olvidables). Es decir que conocen el producto que tienen entre manos. Por eso van al grano: enseguida tenemos al hombre común metido hasta el cuello en una situación extraordinaria, en un clima de tensión que recién decaerá poco antes del final.
Un gran montaje inicial -lo mejor de la película- nos presenta al héroe, su familia y su rutinaria vida, hasta que llega el día diferente. Y no por lo bueno: a Michael MacCauley lo echan del trabajo. Pero en el tren de regreso a su casa lo aborda una desconocida que le ofrece cien mil dólares a cambio de casi nada: debe localizar a cierto pasajero del tren. Sólo tiene dos pistas: el alias del sujeto y el dato de que lleva un bolso consigo.
A partir de ahí, no hay tiempos muertos: todo es frenético y atrapante. Está bien aprovechado el atractivo de un tren -del que el protagonista no se puede bajar- como único escenario de la acción. Una suerte de Asesinato en el Orient Express -cada pasajero con sus características distintivas, entre los que hay que descubrir al buscado- acelerado al ritmo de Máxima velocidad y siguiendo la matriz de Duro de matar.
Claro que para disfrutar de este cóctel explosivo hay que hacer un ejercicio de suspensión de la incredulidad. Porque si se piensa el argumento dos veces, enseguida aparecerán agujeros, y porque a los 65 años (aunque el personaje acusa 60), Neeson ya empieza a estar un poco grande para trompearse de igual a igual con purretes. También hay que pasar por alto la pirotecnia visual del último tramo, que sobra, es más ridícula que impactante y parece salida de otra película, aunque no llega a arruinar este aceptable producto.