Un patrón violento, un Furriel notable.
Para Hermógenes Saldívar, las cosas no son nada fáciles. Ya instalado en Buenos Aires, espera que la gran ciudad lo beneficie con las oportunidades que su provincia natal, Santiago del Estero, nunca le dio. Consigue un trabajo en una carnicería barrial, supone que ahí empezará a encaminar su vida, pero lo esperan varias sorpresas desagradables. La principal, un patrón inescrupuloso y violento que compra mercadería en mal estado de conservación y la somete a precarios procesos de "recomposición" para estafar a clientes desprevenidos. Y de ahí en más una serie de sucesos que complicarán aún más su aventura urbana: la mala relación de su pareja con ese jefe concentrado exclusivamente en ganar dinero de mala manera, las dificultades de vivir hacinado en una piecita derruida y aledaña al local, los sospechosos consejos de un compañero que funciona en evidente complicidad con el jefe, el nacimiento de una hija que representará mayores urgencias económicas y la promesa de una vivienda que no termina de concretarse.
La historia sintetiza de manera directa y brutal la crueldad con la que el sistema excluye a los que no están del todo preparados para la supervivencia. La de Sebastián Schindel (Mundo Alas, Rerum Novarum, Que sea rock) es una película sobre la explotación laboral, pero también sobre la tortura psicológica, la avaricia, la corrupción (se ha dicho más de una vez, pero queda claro que aquello que solemos endilgarle a "la política" está enraizado en nosotros) y, a tono con la más cruda actualidad, y el selectivo funcionamiento de la justicia: es obvio que el escalafón social es un dato clave en la relación que tenemos con ella.
Un guión sólido, que evita inteligentemente la dispersión, opera con claridad en dos tiempos diferentes para introducir con precisión la línea policial y jurídica y desarrolla con eficacia las pequeñas tramas secundarias -al que se suma un trabajo de fotografía completamente ajustado a las necesidades de la historia- conforma una buena base de apoyo para el notable trabajo de composición de Joaquín Furriel, que en lugar de limitarse a la reproducción mecánica de un biotipo lo dota de conmovedora humanidad. Hay algún subrayado innecesario en la banda sonora, pero Schindel también acertó con el casting: de reconocida trayectoria, Luis Ziembrowski, Germán de Silva, Guillermo Pfening y Andrea Garrote la aportan vitalidad y aplomo al film, basado en un libro de Elías Neuman, prestigioso criminólogo fallecido en 2001 cuyo trabajo de investigación tuvo siempre un foco importante: los derechos de los marginados que, lejos de encontrar chances de reinserción social, sufren en el sistema penal las mismas miserias que en buena parte de los casos los empujaron hasta allí.