Carne trémula
El primer largometraje de ficción dirigido por Sebastián Schindel cuenta la historia de Hermógenes Saldivar, un peón de campo santiagueño que llega a Buenos Aires para trabajar en una carnicería. Todo parece ir bien para él y su mujer –una impecable Mónica Lairana– hasta que el siniestro patrón interpretado por Luis Ziembrowski lo obliga a vender carne en mal estado, sometiéndolo poco a poco a la esclavitud más extrema. De ahí en adelante, comienzan a aparecer indicios cada vez más fuertes de una explosión de violencia inevitable que tendrá lugar en algún momento del metraje. La única pregunta es cuándo. El responsable de cargar sobre sus espaldas un protagónico que se ubica en las antípodas del rol de galán al que nos tiene acostumbrados es Joaquín Furriel, el actor menos pensado para ese papel. Pero Schindel no se equivoca al elegirlo para interpretar a un hombre analfabeto en busca de una oportunidad para mejorar su calidad de vida y la de su mujer. El director, que cuenta con cuatro documentales en su filmografía, intenta realizar con su primera incursión en la ficción un pequeño pero significativo cambio en el paradigma del género policial argentino, que suele recurrir siempre a los mismos actores de nuestro reducido star system para ocupar los roles principales. En este caso, nada más lejos de eso –ni menos acertado– que la elección de Joaquín Furriel como Hermógenes. Pero el verdadero mérito de la película no es la arriesgada decisión de casting, sino la dirección de actores. Furriel no está haciendo de Hermógenes. Lo que presenciamos es la construcción de un personaje con características únicas que incluyen un acento santiagueño y una interpretación en la que no se perciben rastros de ningún vicio de la televisión o del teatro. Estamos ante una actuación puramente cinematográfica, y eso no es poca cosa. Algo parecido sucede con Mónica Lairana, que pasó de ser una femme fatale en Mujer Lobo a ponerse en la piel de la obediente y trabajadora esposa santiagueña del protagonista. Pero aún hay más aciertos: El patrón: radiografía de un crimen no es un policial más, ni uno común y corriente. Basado en la novela homónima de Elías Neuman que narra un crimen real, la película funciona más como un documental que como un policial, aplicando una dosis concentrada –por momentos demasiado subrayada– de crítica social. El discurso va de la mano con la historia mientras Schindel construye el suspenso exclusivamente a través de recursos cinematográficos, por ejemplo, el montaje. Debido a la estructura temporal del relato, sabemos que la acumulación de humillaciones sufridas por Hermógenes desencadenaron en un asesinato. Lo que falta es la escena del crimen, y la película juega de manera hábil con la expectativa que nos genera el momento de verlo, como más tarde lo hará con las consecuencias a las que se enfrentará el personaje, creando intriga por la determinación del caso. En este marco de intranquilidad, la carnicería se convierte en el anfitrión ideal para el suspenso con su cámara de frío, sus reces colgando, cuchillos de todos los tamaños y el aroma a lavandina que dotan al ambiente de un aire fúnebre y cada vez más opresivo.
Justo después de algunas escenas bien resueltas dramáticamente, como esa en la que Hermógenes conoce a quien será su abogado defensor a partir de ese momento, algo comienza a oler mal. El mayor problema que presenta esta co-producción argentino venezolana está en la escena más importante de la película: la del juicio oral que determinará el destino del personaje. Una escena que debía tener la fortaleza suficiente como para rematar todo lo mostrado anteriormente, pero que termina derribando, con su inconsistencia, los cimientos que fueron tan cuidadosamente levantados desde el principio. Sin embargo, da la sensación de que cada tanto aparece una película que logra a romper ciertos moldes del cine argentino que pueden ser muy duros de roer. Al igual que en las carnicerías de barrio, en el cine hay clásicos, hits de temporada y sorpresas que escapan a las reglas del mercado. El patrón: radiografía de un crimen, con sus méritos y sus desaciertos, es una de ellas.