De cómo vender carne podrida
El documentalista Sebastián Schindel realiza con El Patrón, radiografía de un crimen (2014), su primer largometraje de ficción. La película retrata el caso real de un homicidio ocurrido en una carnicería.
Hermógenes Saldivar (un irreconocible Joaquín Furriel) es un peón de carnicería proveniente de Santiago del Estero. Su patrón (Germán de Silva) lo maltrata mientras le enseña los trucos para vender carne podrida sin que el cliente lo note. Un día Latuada (Luis Ziembrowski), el patrón de su patrón, le ofrece una suerte de ascenso: hacerse cargo de un local en el cual puede vivir junto con su mujer (Mónica Lairana). El contrato será por demás usurero y humillante, llevándolo a extremos impensados.
El Patrón, radiografía de un crimen es una película que tiene lo mejor del cine narrativo: sabe cómo llevar a los personajes a la identificación con el público, y llevar un discurso potente con su historia. Tanto Joaquín Furriel como Mónica Lairana hacen un trabajo de caracterización minucioso, trasnformándose literalmente en una joven y sumisa pareja trabajadora del interior. Pero el mayor logro es el trabajo con la carne. Los actores mencionados, sumados a Germán de Silva y Luis Ziembrowski, se mimetizan con el ambiente de la carnicería con una espontaneidad asombrosa. El manejo de la cámara de Schindel también hace lo suyo: la descripción del trabajo cotidiano, y sobre todo, de los trucos oscuros detrás del mostrador, tienen un grado de detalle propio de una exhaustiva investigación documentativa.
La historia del caso policial judialiciado está contada en dos tiempos narrativos: el primero, en el presente del relato, sigue al abogado (Guillermo Pfening) que toma el caso y decide ser la defensa de Hermógenes. El segundo, en el pasado, reconstruye los hechos sucedidos hasta el crimen en cuestión que da título al film. Ambos tiempos se construyen paralelamente en el relato, para darle una explicación al suceso.
El Patrón, radiografía de un crimen es una interesante propuesta que, si bien transita lugares comunes del costumbrismo (en cuanto a la bondad exagerada del peón, o de los principios éticos del abogado) sabe como despegarse de los mismos para problematizar, aunque sea superficialmente, las relaciones de poder establecidas laboralmente. “El patrón es la persona que piensa por nosotros” dice Hermógenes en un momento, graficando una relación de sumisión más compleja de lo que aparenta para la clase media que representa el abogado.