"La vida es un destino a cumplir"
Con una crudeza que logra incomodar durante todo el relato, el director Sebastián Schindel ofrece en su primera ficción cinematográfica una historia de alto impacto que se sostiene, entre otras cosas, por el magnífico trabajo de su reparto.
Basada en el libro homónimo escrito por el criminólogo Elias Neuman, “El patrón radiografía de un crimen” narra con un marcado e intencional realismo la historia de Hermógenes Saldivar (Joaquín Furriel), un peón rural que, acompañado de su esposa, decide probar mejor suerte en la gran ciudad aprovechando la falsa solidaridad de un comerciante que de inocente no tiene nada ya que se encarga de regentar de forma extremadamente corrupta un conjunto de carnicerías.
A partir de esta premisa (real por cierto, ya que se trató de un caso en el que trabajó el mismísimo Neuman), Schindel construye un drama solido e impactante que aprovecha muy bien una serie de recursos interesantes y poco habituales dentro del cine comercial argentino.
Sin lugar a dudas lo más sorprendente de “El patrón…” es la gran actuación que ofrece Joaquín Furriel seguido muy de cerca por Luis Ziembrowski y Germán de Silva. Lo de Furriel, irreconocible bajo mascara, prótesis y maquillaje, es tremendo ya que construye un personaje capaz de generar enorme empatía desde el primer minuto pese al papel crucial que juega en la historia y que no tardaremos demasiado en conocer. Ziembrowski por su parte compone un villano de antología que, aplicando los términos y modismos argentinos, retrata de forma brutal al “garca argentino”.
Párrafo aparte para Germán de Silva (que también hizo de las suyas en “Relatos Salvajes”), quién aporta cuotas de humor en momentos impensados y dentro de situaciones que en la vida real no serian para nada graciosas.
En segundo lugar la falta de linealidad que presenta la película de Schindel la convierte en una propuesta atrapante que, a modo de rompecabezas, obliga al espectador a ir atando cabos y buscando respuestas mucho más allá de los límites de la pantalla. Precisamente ahí radica otro de los puntos altos de esta producción y es que funciona como una solida denuncia de una tristísima e innegable realidad social.
“El patrón, radiografía de un crimen” es cine y del bueno, pero también es un grito desesperado y justificado por instalar en las discusiones cotidianas tópicos tan preocupantes como lo son los delitos de reducción a la servidumbre, la esclavitud y el maltrato laboral. Todos y cada uno ellos, ejecutados paradójicamente bajo el amparo de un tergiversado sistema de control y un conjunto de instituciones que se autodenominan incapaces de actuar cuando en realidad, muchas veces, funcionan como cómplices directos.
No hay que ir demasiado lejos en el tiempo, sino que solo basta con buscar profundamente dentro de las noticias actuales, para encontrar historias similares a las que viven Hermógenes y su esposa Gladys. Algunas incluso, con desenlaces iguales o más drásticos que el relato en cuestión.
La riqueza que le otorga el contexto de la historia al film es aprovechada al máximo por Schindel y compañía al ofrecer un final que seguramente resultará polémico y conmovedor en partes iguales. “El patrón, radiografía de un crimen” hace honor a su nombre y refleja de forma nítida y concreta el primer diagnostico de una enfermedad que como sociedad debemos curar sí o sí.