Retrato fallido
La narrativa de hechos verídicos, aunque no tan transitada, ha sido una herramienta genérica a la cual el cine argentino ha recurrido con cierta frecuencia a la hora de abordar problemáticas nacionales y establecer una serie de reflexiones sobre determinados parámetros de la sociedad argentina. En el caso de El patrón: radiografía de un crimen, hay un fuerte hincapié en un ambiente laboral donde las diferencias de clase y el sometimiento llegan a escalas directamente inconcebibles.
El primer largometraje de ficción de Sebastián Schindel (realizador de documentales como Mundo alas, Que sea rock y Rerum novarum) adapta una novela, que a su vez toma como base un hecho real -la historia de un peón santiagueño explotado por su patrón en una carnicería, al que termina asesinando-, para intentar trazar un retrato de los abusos laborales, sociales e incluso psicológicos que sufre un sector de la clase trabajadora del Interior cuando intentan progresar en la Capital Federal, la ausencia del Estado a la hora de defenderlos y cómo terminan siempre siendo los perejiles que pagan los platos rotos.
El problema es que, a la hora de balancear los distintos elementos que componen el relato, El patrón: radiografía de un crimen cae en una sucesión de diálogos y monólogos de trazo grueso que terminan a su vez afectando las actuaciones: el difícil papel protagónico que tiene Joaquín Furriel como el peón sólo es verosímil durante los momentos que comparte con su esposa, mientras que el abogado que compone Guillermo Pfening no consigue ser el vehículo adecuado para transmitir la tensión que necesitaba el proceso judicial. El patrón del título, encarnado por Luis Ziembrowski, es directamente insoportable: un villano exageradísimo en sus modos y conductas, un estereotipo trabajado sin la menor de las ambigüedades, lo cual atenta contra su credibilidad dentro de la trama.
Hay sí, una tortuosa y efectiva exploración de las tinieblas que encierra el negocio de la carne, a tal punto que, después de ver el film, dan ganas de hacerse vegetariano. Allí, El patrón: radiografía de un crimen pareciera intentar decirnos, con armas directas, incluso poco sutiles, pero nobles, que la podredumbre de nuestra sociedad también se traslada a la forma en que nos alimentamos. Sin embargo, los minutos finales terminan decantando en un paternalismo improductivo e incluso peligroso, porque termina confirmando e incluso avalando esas mismas diferencias sociales que la película buscaba exponer y criticar. El balance, aunque interesante, no deja de ser negativo: a Schindel aún le falta pulir su discurso, el diseño de personajes y sus formas narrativas. Oportunidades a futuro seguramente tendrá.