La leyenda del clown caníbal
Vale el riesgo de un director intrépido que cree inmunizar su historia en base a un humor oscuro, insólito, perverso.
La reacción del espectador frente a El payaso del mal es una cuestión de sintonía. Los más osados amantes del género, los acostumbrados a una perversión sin limite, seguramente disfrutarán de esta comedia macabra dirigida por Jon Watts con el nombre de Eli Roth, un gurú del cine de terror, encabezando el cartel (produce y también interpreta al sangriento clown). Quien no logre o no quiera decodificar semejante dislate, probablemente salga maldiciendo a Watts, Roth y a la cada vez más poderosa campaña anti payasos.
La historia es tan macabra como sencilla. Jack cumple años y Kent, su papá, empleado de una inmobiliaria, debe contratar a un animador para la fiesta. El payaso avisa que no irá, pero Kent tiene la "suerte" de toparse con un viejo traje de clown en el sótano de la casa que arregla para vender. El traje está endemoniado, y el pobre Kent, que no puede quitárselo, asiste a su propia transformación en Dummo, un payaso canibal, devorador de niños, eterno resabio de una superstición nórdica, de las tantas que llegan de Islandia, mucho más macabra que las que cautivaron a Borges. Una historia de origen insólito que depende del humor con el que se la decodifique, pues el cine de terror naturaliza y se evade de la perversión de manera sorprendente.
A Watts, que dirigirá a Tom Holland en la versión de Sony de El Hombre Araña, le gusta jugar con estas historias de origen cuasi ridículo que van creciendo. Y su apuesta parece exitosa. El payaso... nació cuando subió un trailer apócrifo de esta película, en la que ya anunciaba a Eli Roth como su factótum sin que este lo supiera. Roth aceptó el desafío, y aquí lo tenemos. Y también tenemos a Peter Stormare, el actor sueco que encaja a la perfección en la decodificación de esta leyenda. "Tenemos que matar a tu padre", le dirá sin anestesia al pequeño Jack, azorado por la transformación del payaso.
¿Comedia macabra? Sin duda, entenderla así es la única manera de relativizar lo que aparece en la pantalla, una lisérgica, terrorífica e injustificada historia de un clown devorador de chicos con imágenes fuertes y gags de los más oscuros. Sintonizar o no, esa es la (difícil) cuestión.