A caballo entre ese capítulo de la serie Escalofríos donde una máscara de Halloween no podía ser removida y una de las tantas historias de terror de Stephen King -descontando a It, por supuesto-, Clown puede parecer un relato más de payasos malditos, pero no lo es. Hay una oscura y cínica historia por detrás, y una mitología suficientemente atrapante y digna como para agradar hasta el más acérrimo fanático del género.
Lo que comienza con una cortesía de un padre para el cumpleaños de su hijo se torna una cruenta y desagradable lucha de un hombre por sacarse de encima una maldición que viene acompañada del traje de payaso que decidió vestir para la ocasión. Al director y guionista Jon Watts y Christopher D. Ford les basta con tener de protagonista a un padre de familia, un sujeto común que podría ser cualquiera de nosotros, y lo arrojan a una carrera contra el tiempo, a medida que el atuendo se vuelve más ajustado y el hambre por carne de niño más insostenible.
Si bien un tanto pausada en su ritmo, Watts elige bien cómo filmar cada momento y entrega más de una escena interesante, adentrándose de a poco en la historia pasada del traje y en los cambios corporales que trae aparejado consigo. El diseño del payaso es espeluznante y su transformación final es simplemente materia de pesadillas, más aún para aquellos que siempre le hayan tenido fobia a estas extrañas criaturas. Y si a todo esto le sumamos grandes protagónicos de Andy Powers como el avasallado Kent y la de su esposa Meg -Laura Allen- el combo es casi perfecto.
Clown no es particularmente terrorífica ni tampoco tan graciosa como alguno de sus chistes parece insinuar, pero la suma de sus partes intriga lo suficiente para darle el visto bueno. A todo esto, sumémosle que su director será el encargado de traer los orígenes de Spider-Man una vez más a la pantalla grande bajo el estandarte de Marvel Studios, así que es una buena oportunidad para descubrir la visión que tiene el peculiar director.