Una idea aparentemente divertida es usada hasta el cansancio para demostrar que manipular a la opinión pública es demasiado fácil. Diego Recalde la hace, la dirige y, si en un comienzo es risueña, luego, de tan repetitiva cansa y uno se pone a pensar que por ser solidarios con ese periodista perdedor la gente le da el gusto de decir lo que piensa y lo contrario. Nada es tan fácil en la comunicación.