Errática sátira al periodismo actual
Visualmente clara, El periodista ofrece dos tipos de imagen: una reducida símil televisiva y una más grande, "de cine". La reducida en colores es para lo que entendemos como efectivamente emitido por televisión, y la reducida en blanco y negro para lo que no sale al aire de las notas que hace el periodista-movilero-protagonista, interpretado por el director Recalde (también guionista, montajista y músico). La omnipresencia de Recalde y la utilización de "la sábana de medios" remiten a Aprile de Nanni Moretti. Pero la sutileza, acidez y riqueza cinematográficas y de pensamiento del italiano están ausentes en El periodista, una sátira al periodismo argentino actual (ultracorrección política, kirchnerismo, inseguridad y derechohumanismo como temas). El periodista de este relato es un ser corrupto y estúpido que, más que hablar, parece ser hablado por los lugares más comunes del peor periodismo existente y por las peores expresiones imaginables de "la opinión pública".
Los yerros de esta película no residen en que su personaje sea repugnante y que la inmensa mayoría de los entrevistados sean peores (el trazo grueso no es malo per se) sino en la tremenda cantidad de reiteraciones en una película breve, en la imposibilidad de elaborar una crítica consistente, en el subrayado de las "reflexiones cinematográficas en pantalla grande" (el títere, el muñeco "paralítico moral", el "lobby" y los lobos con piel de cordero). Recalde quiere dejar las cosas demasiado claras. Tal vez eso explique la superficialidad y la falta de filo, aunque no los errores de puntuación de los textos escritos.