Para donde sople el viento…
Tras la experimental Sidra, realizada íntegramente con foto montaje, y la comedia negra, Habano y Cigarrillos, Diego Recalde regresa a las salas porteñas con otra comedia ejecutada en forma de falso documental, que satiriza al periodismo de hoy en día en nuestro país. Teniendo en cuenta la polarización política que se vive en la actualidad pone como punto de referencia a un periodista, un corresponsal en exteriores de un noticiero, que toma opiniones en la calle de ciudadanos comunes, pero les pide diversos testimonios de un mismo punto de vista para quedar bien con la bajada de línea editorial, del medio en el que trabaja.
Aprovechando el testimonio de backstage, nos enteramos que a este inescrupuloso “periodista” lo único que le interesa es ascender y quedar bien parado.
Sátira acerca de lo fácil que es manipular a los entrevistados y por lo tanto, lo fácil que resulta intervenir en el verosímil del espectador, El Periodista es un relato demasiado creíble acerca la actitud de ciertos “periodistas” en la televisión contemporánea.
Recalde no emite juicio ni voto político, porque su objetivo no es un medio, ni una figura en particular, sino… todos y ninguno. Se adjudica una falsa autoconciencia, generando cierta incomodidad en el espectador que debe separar hasta que punto realmente la opinión pertenece al realizador y hasta cuando al personaje. Cuestiona la ética, la moral del periodismo, la forma de utilizar música para seguir manipulando y deja entender, usando divertidas intervenciones de títeres y marionetas, que en realidad se trata de una cadena de mandos, donde aquel que no se vende ni se pone la camiseta del medio al que representa, queda fuera del sistema.
Apelando a la repetición de situaciones con sutiles cambios y un in crescendo en la evolución del personaje, (un recurso que ya viene utilizando en sus anteriores obras), Recalde logra una cuidada sátira a los medios de comunicación, a la corrección política, a la hipocresía del periodista que se vende al mejor postor, que pretende quedar progre exhibiendo la denuncia social y a las corporaciones que se hacen dueñas de la verdad, según para donde corra el viento político. O sea de donde provenga el dinero.
Con un grado de ironía que incluye escenas de humor completamente absurdo, Recalde construye una mirada original con un presupuesto ínfimo, pero que transmite una reflexión bastante acertada acerca del periodismo contemporáneo.
Recalde es conciente del formato televisivo que utiliza y por eso pensó este film para cine. La ironía se comprende mejor cuando se ve la película.
Me cuestiono, que dirán los supuestos medios independientes sobre esta película. ¿La recibirán con los brazos abiertos de la gimnasia lobbista o se jugarán por dar un testimonio auténtico, individualista del juego que la película propone? ¿Se sentirán aludidos o la mirarán como simpática curiosidad? ¿La rechazarán con vehemencia o se apiadarán de ella?
Sin demasiadas pretensiones, pero con bastante ingenio, con una simpleza envidiable de discurso, El Periodista es una obra polémica, que no se casa con nadie, ni con todos ni con todas.
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