Con un guión previo a Vil Romance -su ópera prima- y filmada en Marcos Paz, Campusano vuelve a demostrar su interés en realizar películas inspiradas en hechos reales como hizo en Fantasmas en la Ruta -sobre el tema de la trata de mujeres- incorporando nuevos aspectos técnicos a las viejas formas, que le otorgan una imagen más estilizada y menos rústica que en las anteriores producciones; como el uso de la grúa, la steadycam y la cámara Red One.
La quinta producción de Campusano es también la más clásica de sus películas. No sólo en cuanto a su estructura sino también a la cercanía con géneros como el policial y el western, así como el coqueteo con la buddy movie en determinados momentos de la relación maestro-alumno entre Molina y su nuevo compañero.
Una vez superada la instancia inicial en la que algunos diálogos suenan recitados, lo que nos hace entrar y dejarnos llevar por la historia un poco más tarde que lo habitual, la película va cobrando fuerza y los personajes se vuelven verosímiles y cercanos; incluso más de lo que como espectadores quisiéramos. Porque los protagonistas que construye Campusano, por más dilemas morales que presenten, siempre nos producen empatía, lo que genera que nos cuestionemos todo aquello en lo que creemos.
En el cine de Campusano el amor es lo que mueve a los personajes y los lleva a sus trágicos desenlaces, como si de un destino inexorable y borgeano se tratara: tipos duros -pero que también lloran- capaces de matar a sangre fría -acá la violencia es mucha y es cruda pero también seca y setentosa- y a la vez mantener ciertos códigos de barrio a rajatabla, en un mundo donde cada vez se vuelven más obsoletos.
El debutante Assiz Alcaráz (hay que destacar que no es actor sino que asistía al secundario junto con el hijo del director, como una suerte de “niño guasón” diabólico) nos da una clase de actuación con la construcción de su personaje de un adolescente esquizofrénico utilizado por un comisario corrupto para deshacerse de quién se le ordene. Con la misma pasión y urgencia por filmar que siempre lo ha caracterizado, Campusano sigue sorprendiéndonos -y nosotros celebrándolo- con un relato tan tierno como violento, genuino y latente.