La mirada impiadosa
Para escribir sobre el cine de José Celestino Campusano, para juzgar sus películas, hace falta sopesar una cantidad de factores que exceden largamente los estrictamente cinematográficos. Ese ya es un logro para el director, rival empedernido del canon, militante del cine regional y comunitario. Dicho esto, vamos a El Perro Molina, su quinta película, la más profesional de todas. Es un policial, una historia de amor y una muestra del cambio generacional y los códigos en el mundo del hampa rural, conurbano.
Antonio Molina (Daniel Quaranta) es un delincuente ya hecho con cierta fama y prestigio. Un hombre que vuelve al pueblo y que ya no podrá escapar de los dramas locales: sicarios desenfrenados, el conflicto conyugal del comisario, un digno representante de lo peor de la bonaerense, abandonado por su esposa (Florencia Bobadilla), que elige castigarlo volviéndose prostituta. Sicarios, putas y policías, vistos sin compasión ni corrección política. Pasamos de la corrupta comisaría al burdel. Pero en ese mundo de miserias y venganzas, también afloran historias de amor, y un rumbo que se adivina trágico.
Son historias reales las que cuenta Campusano, surgidas de anécdotas que le contaron o que él mismo vivió, historias de la periferia sin intermediarios. Esa es la base de su cine, una mirada descarnada y autocrítica de sus propias problemáticas, sin edulcorante, impiadosas, como dice él. Mostrar más e interpretar menos.
Cuenta con buenas actuaciones y otras que no tanto, pero hay que saber que es un cine hecho mayormente por actores no actores. También es cierto que hay inconvenientes con algunos diálogos, y escenas algo trilladas, pero está en un momento de transición Cine Bruto, la productora de Campusano, que sigue profesionalizado sus filmes. El mundo más trash de Vikingo o de Fantasmas de la ruta, permitía disimular, tapar, falencias narrativas.
Ahora Campusano se enfrenta a un dilema, contar sus historias con menor austeridad. ¿Le alcanzará con ser fiel a él mismo? Ya dio una buena señal, asumir el riesgo. "A aquéllos que nos sigan por precarios, les digo que hagan su propia película", arreció hace unos días. Y eso también es tener códigos.