Los hombres también lloran
Quienes concebían el cine de José Campusano como una expresión visceral de una sensibilidad (de clase) que suele ser ajena, capaz de traducirse en puesta en escena, ven en El Perro Molina una normalización de su estilo. Es cierto que aquí los travellings laterales, algunos planos cenitales y ciertos planos subjetivos pueden confundirse con una profesionalización del buen salvaje. Al promediar unos 45 minutos de película, se puede ver una escena en la que Molina describe lo que significa matar a un hombre. La composición del plano general elegido es formidable, aunque el diálogo que sostienen los dos personajes es todavía más admirable. No faltará mucho para que se empiece a hablar del manierismo de Campusano. Por ahora, se le reprochará que dirija mejor a sus actores, todos ellos no profesionales. Los que "saben" aprueban y exigen al intuitivo. En verdad, Campusano ha sabido siempre qué busca y cómo filmar lo que encuentra.
Como ya sucedía en Fantasmas de la ruta, Campusano vuelve a salir de su territorio inicial. Ya no es el conurbano bonaerense el espacio elegido, sino la provincia de Buenos Aires, y tampoco hay aquí metaleros ni motoqueros. Los personajes son policías, míticos delicuentes, cafishos y prostitutas. Los temas son los de siempre: la lealtad entre pares, una sociedad que ha abolido el límite de las leyes y un retrato colectivo que sintetiza una experiencia social.
La presentación de sus criaturas es excepcional: Molina, un viejo matón con códigos, acude al llamado de una vieja amiga para hacer justicia ante la muerte de sus hijos. Natalia, la esposa de un comisario del pueblo, se mandará a mudar de su casa, cansada de comprobar que su marido vive acostándose con prostitutas y, eventualmente, se convertirá en una de ellas. Natalia terminará trabajando en un prostíbulo regenteado por el Calavera. Una circunstancia azarosa llevará a Molina a reecontrarse con el comisario, a quien le debe algunos favores, y como forma de pago el uniformado le pedirá que elimine al proxeneta. Pero habrá sorpresas, y de distintos órdenes.
El clasicismo de Campuso alcanza aquí su mayor depuración. El relato fluye casi musicalmente mientras sus criaturas, sin saberlo, se dirigen a su predestinación trágica. Y habrá lágrimas, la de los hombres, porque si hay algo genial en El Perro Molina es el descubrimiento de la vulnerabilidad de los machos, una sensibilidad insospechada en un universo signado por las armas de fuego y el pragmatismo de la supervivencia.
El Perro Molina
Drama
Muy buena
(Argentina/2014). Guion y dirección: José Celestino Campusano. Con Daniel Quaranta, Florencia Bobadilla, Carlos Vuletich, Damián Ávila, entre otros. Fotografía: Eric Elizondo. Edición: Martín Basterretche. Música: Claudio Miño. Duración: 88 minutos. Apta para mayores de 13 años. Sexo: medio. Violencia: alta. Complejidad: nula.