En "El Perro Molina" (Argentina, 2014), José Celestino Campusano avanza en el desarrollo de temas y tópicos de sus películas anteriores, con el plus de una lograda realización y la elección de planos y diálogos de una naturalidad increíble.
"El Perro..." se focaliza en Molina (Daniel Quaranta), un otrora asesino a sueldo, que, venido a menos, acepta trabajos que le permitan subsistir sin mucho que pensar y que le alcance para los cigarrillos, el vino y algo para comer.
Cuando es convocado por el comisario Ibáñez (Ricardo Garino) para encontrar a su mujer desaparecida (Florencia Bobadilla), "el perro", comienza a relacionarse con una serie de personajes que no hacen otra cosa que complejizar el universo al que Campusano nos tiene acostumbrados.
Borders, prostitutas, corruptos, marginales, uno a uno irán desfilando por la pantalla dejando su marca en la trama y subtramas que se abren. Molina encuentra a Natalia (la mujer del comisario) en una whiskería tierra adentro regenteada por El Calavera (Carlos Vuletcih), un ex compañero de andanzas de él, con el que comparte códigos y al que se le hará muy difícil bajar.
Ante la disyuntiva de qué hacer con ambos, decide quedarse en el lugar, el que será objeto de atentado por parte de otros maleantes enviados por Ibáñez al no tener respuesta del paradero ya no solo de su mujer, sino también de Molina.
Historia de amor y de despechos, "El Perro Molina" se presenta como la más verborrágica cinta de Campusano, y que en la sencillez de las palabras de los diálogos logra una impronta de naturalidad y efectividad de una potencia irreversible.
Planos abiertos y escenarios rurales acompañan la tragedia de Molina en el medio de los amantes despechados, apoyado en una economía de recursos que en vez de restar suma a la propuesta. Nuevamente destacar la calidad de los diálogos, que en su premisa cumplen con efectividad para continuar armando el imaginario relacionado a la clase de la que se habla en el filme.
"El Perro Molina" habla de aquellos imponderables a la hora de concretar tareas y también de lo secreto evidenciado de lugares cotidianos a los que nadie nunca se refiere. Porque justamente es allí en donde Campusano encuentra el material para realizar sus películas.
El alcohol, las drogas, la prostitución, el robar como actividad lucrativa son partes esenciales del universo de Campusano y hasta también su firma estilística y en esta oportunidad conjuga todo esto con una hábil pluma narrativa que despierta el interés hasta el último minuto del filme.